Once mantones y dos capas


 

Pinté esta obra en un octubre lejano. Octubre siempre me trae el sabor agridulce de la melancolía, la constatación formal del paso del tiempo, y lo que sale del pincel o la pluma está impregnado de ese sentimiento impreciso. Trataba de trasladar al color una foto en blanco y negro, un tanto borrosa y desvaída, que encontré entre las cosas de mi madre. 

Mi madre, bordadora de mantones de Manila con puntada precisa, buscadora incesante de la excelencia, la perfección, en cualquier cosa que hacía. De nuevo la melancolía del recuerdo sobre cualquier tiempo pasado.

Pero la obra no  era más que un ejercicio de utilización de un soporte humilde, el panel de la trasera de un desvencijado armario ropero, para construir una alegoría sobre las mujeres coetáneas de mi madre, sobre el bordado como instrumento de expresión de la creatividad de esas mujeres. 

Un intento balbuceante de homenaje, que ha terminado cuajando, años después, con la publicación de la novela " Las agujas que bordan rosas de seda", coincidente por casualidad o causalidad con la inauguración del monumento a las bordadoras creado por Antonio Espinar, que convierte el hormigón y la cerámica en seda, y en cuya base aparece reflejado el nombre de mi madre, de mi mujer, de tantas amigas, tantas mujeres que hicieron del arte del bordado una forma , plena de sensibilidad artística, de cubrir la perentoria necesidad , ayudar con la habilidad de sus manos, sus creaciones  artesanas, a llenar las despensas y pagar lo fiado.


El conjunto escultórico, que se ubica en la rotonda aledaña a nuestro recinto ferial, ha estado sujeto a la crítica, como cualquier obra de arte, pero más allá del comentario sobre  patrones y proporciones que argumentan quienes ignoran la dificultad de la técnica, yo encuentro sublime que con la base de hormigón  armado y el recubrimiento del mosaico cerámico , del hilo de red de pesca ,el creador de la obra haya conseguido hacer creíble la textura de la seda, los bordados, el flecado con piña y enrejado. 

Creo que el motivo escultórico ha resultado un emocionante y trascendente homenaje, merecido homenaje, a las mujeres, de ayer y hoy, que hacen de esta artesanía santo y seña, imagen de marca de nuestro pueblo.

Pero vuelvo a la motivación de este post, octubre, que identificábamos con otoño, huye que te pillo para finalizar el verdeo antes de que llegasen los temporales, y  ahora está virando a "veroño"  de temperaturas de junio,  que alarga la temporada de noches en las puertas tomando el fresco.

"Lo que han cambiado las cosas, cómo han pasado los años " cantaba alguien por ahí, hace mucho tiempo, por lo que parece que esta sensación ni es nueva, ni originalmente particular. Lo particular está en la forma individual con que cada cual afronta el paso del tiempo. 

He de decir que hasta hace muy poco, incluso ahora, vivo la edad, el paso del tiempo, con estoicismo, la naturalidad de enfrentarse a lo inevitable, aceptar las limitaciones que no cercenan ni sueños ni ilusiones ; pero  te hacen bajar enormemente el nivel de los objetivos, establecer la inmediatez de su evaluación para corregir  constantemente  la deriva y el rumbo. 

Y cantar, como  Joan Báez, como Mercedes Sosa, su sola mención da pistas de lo arqueológico de mis gustos musicales, "Gracias a la vida, que me ha dado tanto, me ha dado la risa y me ha dado el llanto ........ " Pues de eso se trata, pesan ya más los recuerdos que los propósitos, el presente que el pasado y el futuro, pero mirar atrás, sólo para ver el trecho recorrido, recordar con afecto a quienes se fueron quedando en el camino, la vista en el horizonte, siempre adelante para no dejar de sembrar un árbol, escribir un libro, porque hijos están los que están , y los nietos van viniendo a darle calor y vida al invierno.

Cuando tenía voz y mis neuronas no habían olvidado aún los acordes, la digitación de la guitarra que hace años yace olvidada en su funda, para los ratos de candela en el camino , de " las sevillanas de escuchá " por Mi/Fa o Si7/mi, me gustaba cantar las que venían a hablar de esa melancolía que sobrevuela este post con aquello de :

Esos tiempos que se fueron

de los campos de Sevilla

Eran altos los sombreros

y cortas las chaquetillas

Fumaban tabaco negro

y eran hombres tan cabales

que se veían de lejos

sus respeto y sus modales

¡Ay! que estampa más campera

lo mismo por los trigales

que a caballo en las "vereas"



Ese cantar era puro gusto de recordar a mi padre, a mis abuelos, pero nada de añoranza por un tiempo pasado, que si acaso fue anterior, y qué, despojado del romanticismo que adornan los recuerdos, estaría lleno de miserias y dificultades que creíamos superadas, y sin embargo ahora volvemos a  verles de nuevo las orejas.

Por eso, quiero que el sueño de esta noche consuma cualquier rastro de melancolía que me haya dejado el ver caer la hoja del calendario, y mañana, si la vida me concede un nuevo día, disfrutar del amanecer pues como decía Serrat , lo han puesto para mí.




 

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