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DOMINGO DE RESURRECCIÓN - AUSENCIA

  AUSENCIA Me resultó muy breve ese paréntesis de algodón de azúcar, porque a pesar de esa nube de gracia que nos envolvía, él, inquieto, parece que se ahogaba en el estrecho mundo de nuestro pueblo y, como tantos otros, se marchó buscando otros aires, a construir el futuro que quería ofrecerme. Yo me quedé en pueblo con el alma rota por su ausencia, pero no lo desanimé, ni deje entrever el dolor que me causaba su marcha, el que me dejara sola, pinchara la burbuja protectora que nos rodeaba.   La respuesta fue encerrarme en mi misma, herida en un desaliento vital que sólo prestaba interés a sus cartas, que llegaban regularmente cada semana. Eran cartas invariablemente románticas, cálidas, que me arañaban el corazón con un lenguaje poético que me enamoraba más cada día. Me hablaban de las cosas cotidianas, de su amor por mí y del deseo de verme y tenerme cerca todos los días. Tenía una letra muy cuidada en la que parecía flotar algo de él, por eso dormía con las cartas abrazadas al

Domingo de Resurrección

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Como apuntaba en mi anterior entrada, estoy por volver a las botellas virtuales lanzadas a la blogosfera, sin destino ni dirección prefijada, como forma de conectar con posibles y desconocidos lectores sin tener que pasar por el conteo, el fielato comercial, de los ejemplares editados de forma convencional. Sólo a los muy promocionados, a las plumas consolidadas en medio de la saturación de escritores noveles, o que recién han publicado sus obras, les merece la pena llevar esas cuentas. Para los demás es un verdadero milagro llegar a tiradas de mil ejemplares y no tengo el tiempo, la posibilidad, ni siquiera la pequeña vanidad, necesidad de reconocimiento, para andar preocupado por esa cuestión.  Así que pongo manos a la obra, si nada espero todo será sobrevenido. Arranco con un relato corto, como experiencia puede ser lo mejor. Se trata de "Domingo de Resurrección", una historia de segundas oportunidades para la vida y el amor, la serendipia que facilita el crecimiento pe

De ensayos y novelas

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Durante unos años el blog "Almácigas" fue para mí un buen instrumento para equilibrar la necesidad de escribir, como una opción íntima de recoger negro sobre blanco inquietudes , vivencias, sin más pretensiones y la vanidad agazapada en todo aquel que emborrona cuartillas, cree que tiene algo que decir y desea que al otro lado haya alguien que lo lea.  Los posts eran como botellas lanzadas a la blogosfera, que flotaban ausentes de cartas de navegación y terminaban recalando en las playas de lectores curiosos, en los lugares más insospechados. Cuando ya llevaba más de cincuenta de esas botellas lanzadas a un océano insondable, me entró la curiosidad de saber donde habían recalado. Los datos me dicen que fueron unos nueve mil lectores, más de la mitad de nuestro país, un porcentaje considerable en los EE.UU., seguidos, curiosamente, de lectores rusos, alemanes, franceses, y una ristra menor de insospechados destinos. Pero un día, satisfecho el ego quizás, decidí parar y dedicar

La insoportable levedad de los tiempos líquidos

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Después de mucho tiempo sin navegar por la blogosfera, me arriesgo en un salto mortal tratando de encajar en el propio título conceptos manejados por escritores tan complejamente ricos como Milan Kundera y Zygmunt Bauman.  Pero no encuentro mejor definición para estos tiempos que me toca transitar en el otoño de la vida y que exceden de la capacidad de elasticidad del pensamiento, de las concepciones del mundo, de la propia existencia, de las experiencias que se han ido acumulando con flexibilidad a lo largo de los años.  Puede que aún haya quien sienta que vive en tiempos sólidos y le parezca exagerada la apreciación, o que para cada generación la solidez tenga unos rasgos diferenciales, pero me temo que no, que no se trate de un lugar común de la edad, sino de una situación que quizás se repita a lo largo de la Historia, por la que tiempos sólidos y líquidos se alternen en el transcurrir de nuestra especie sobre el planeta.  En cualquier caso no sé si mis argumentos para enjuiciar e

Bodegas y bodegones

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Nota previa : Hace ahora unos seis años envié a la blogosfera una entrada con este mismo título, que ha tenido centenares de visitas hasta que por alguna razón se ha mutilado parte del texto y las imágenes. Es la única de las 54 entradas que escribí, hasta que en diciembre del 2017 dejé de hacerlo, que se ha modificado por razones ajenas a mi voluntad. Así que ahora es mi voluntad la que, rompiendo el silencio de tres años, decide reproducirla. De bodegas. Escarmentados de las borracheras bíblicas, el Islam tiene elevado a mandamiento el sabio precepto de no beber alcohol. No hay en el cristianismo una cosa parecida, tan precisa. Ahí la fuerza prohibitiva se escora más hacía el quinto, hacia los excesos del sexo, que con desmesura puede embriagar los sentidos como el alcohol y alejarte de la búsqueda de la pureza mística. La diferencia es que los excesos del alcohol no tienen edad, en tanto para los del amor carnal hay un ocaso, sólo parcialmente resoluble con artificios. Ojalá, Di

Tiempos nuevos, o no.

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En la primavera del año catorce de este siglo encontré una fórmula para satisfacer la vanidad agazapada en quien quiere completar la necesidad de escribir con el placer de ser leído. Hacía diez años que las consecuencias de los cambios tecnológicos y económicos nos empujaron a la trampa del retiro prematuro, con cincuenta y pico años, a quienes probablemente en esos momentos disfrutábamos de la plenitud de las capacidades profesionales que dan las experiencias de haber contribuido a gestionar  cambios complejos, unidas al bagaje de la formación permanente y actualizada que eso requería. Desde el privilegiado observatorio que me permitió conocer de primera mano las vivencias personales de tantos que me precedieron en la salida, aprendí que la mejor forma de recomponer las claves de la autoestima, inevitablemente erosionada tras el trance de abandonar de forma anticipada la profesión que ocupaba el eje del tiempo y las energías, estaba en el retorno a las cosas sencillas que