La rueda de Erástones
Hace ya muchos años terminamos forjando amistad con un inmigrante marroquí que hacía de camarero en el bar que, por aquel entonces, era la sede social en los fines de semana de la numerosa pandilla que salíamos a disfrutar de las noches al raso.
Miembro de una familia con solera de Marraqueh y licenciado en Filosofía, alteraba de cuanto en cuanto su servicial hieratismo y a las horas de la madrugada en que los clientes empezaban a escasear se avenía a conversar con parsimonia con nosotros sobre mil cosas de la vida, e incluso atendía paciente y complaciente las impertinencias cargadas de un punto de xenofobia que le formulaba algún miembro de tan variopinto grupo.
Una de esas recurrentes impertinencias era preguntarle la razón que impulsa a emigrar a un joven de buena familia y formación universitaria, para venir a esta parte de nuestro país a servirle cervezas y tapas a campesinos con rentas mejoradas por los nuevos cultivos y la tecnología aplicada, pero con bastante menos formación y cultura que él.
Otra no menos impertinente cuita que se manejaba en esas conversaciones era indagar en la razón del atraso económico y social de los pueblos del magreb, tan próximos a nosotros. Pronto la prosperidad reciente nos había hecho olvidar que no hacía mucho tiempo Africa empezaba en los Pirineos.
En las educadas respuestas de Rachid, que aquí habíamos castellanizado sin respeto como Ricardo, vibraba la orgullosa condescendencia del filósofo y el pragmatismo del superviviente.
Nos contaba que emigraba porque en la señal de televisión que cruzaba el Estrecho se mostraba una sociedad libre y opulenta que contrastaba con el grisáceo oscurantismo de la suya, y porque en su larga familia eran muchos disputándose el poco "din" de su rimbombante "don". Decía que él, de camarero en Andalucía ganaba tres veces más que como profesor en Marruecos, y que en pocos años de trabajo y vida austera tendría ahorrado lo suficiente para construir su casa con gran patio ajardinado, que le permitiría crear una familia en ese entorno reservado e íntimo acorde a su cultura.
En cuanto a las razones del declive de su civilización, desde nuestro punto de vista occidental, no recurría al clásico "inch alah", Dios lo quiere, que condiciona el libre albedrío, nos hablaba de unas secuencias cíclicas, "la rueda de Erástones" decía él, por la que individuos y colectividades nos encontramos en algunos momentos en distintas posiciones, que indican niveles de desarrollo y prosperidad, respecto al plano, cuanto más cerca del plano más cerca de la miseria económica, no necesariamente moral.
Yo conocía de la criba de Erásthotenes de los números primos, y de sus cálculos en astronomía, pero no la asociaba a la teoría de los ciclos, y aún no sé si hablamos del mismo personaje, es distinto, o igual se trata de una teoría apócrifa, o más propia de las ciencias ocultas u orientales que de la ciencia occidental, si es que hay diferencia entre unas y otras.
La cuestión es que determinados acontecimientos personales y sociales de estos días, de resultados imprevisibles, me traían a la memoria la teoría de Rachid, y decidí que este sería el motivo de la nueva entrada al blog.
Empiezo a redactarla en la tarde del sábado 20, la he de dejar en los primeros párrafos para dedicarme a otros menesteres, y a lo largo del domingo 21 me encuentro implicado en algunos de los acontecimientos que motivan la entrada, acontecimientos que se resuelven entre las nueve y las diez de la noche de ese día con resultados que desmontan la lógica de muchas fuerzas e intereses empeñados en escribir la Historia. A eso de las diez y media de la noche todo parece consolidado y me voy a tomar algo a un bar cercano a casa y mientras degustaba el supremo de solomillo ¡aparece Rachid por la puerta del bar!!No puede ser casualidad, debe tener algún significado cósmico la coincidencia!. Llevaba años sin ver a Rachid, que volvió a Marraqueh, a su casa soñada con patio ajardinado, donde tiene un taller de alfarería en la que aplicar sus conocimientos de filosofía, y dos hijos sobre los que volcar las ilusiones de un futuro mejor.
El encuentro me produce inquietud, vuelvo a casa, buceo en la red, que se ha convertido en la nueva biblioteca de Alejandría, respuestas a la existencia de Erástones y su rueda, y nada, sólo encuentro al matemático Erathóstenes y sus teorías de los números primos y las mediciones astronómicas tan precisas que elaboró a partir de sencillas observaciones, lo que no invalida la posible existencia de alguna teoría matemática de la rueda que explique la naturaleza de algunos acontecimientos.
Igual hemos de recurrir a las ciencias olvidadas y menospreciadas por la ortodoxia para explicarnos los momentos de la Historia, o igual es que buscamos respuestas imposibles para comprender lógicas que no están al alcance de nuestra condición de animales evolucionados.
Pues es en otra rueda, la Rueda de la Fortuna, en la interpretación de los arcanos del Tarot, donde parecen existir herramientas explicativas para buscar estas respuestas, a condición de que ignores el racionalismo que suele presidir nuestras vidas. Si no puedes desprenderte del racionalismo heredado o aprendido y buscas respuestas más ortodoxas, te encuentras que todo un doctor en filosofía , H. Spencer Lewis , es capaz de elaborar un teorema sobre los ciclos de la vida, pero compruebas que se trata de un Imperator de los Rosacruces, ¿Queda invalidado por ello todo rigor científico? Pues la verdad es que si un doctor en Física elabora una hipótesis y sin verse confirmada le damos pábulo, al menos la misma credibilidad debieran tener las hipótesis de un doctor en Filosofía.
Tanta disertación, tanta reflexión en voz alta de letra impresa, para intentar convencerme de manera racional si existe una regla, un algoritmo, que nos sitúa individual y/o colectivamente en una determinada posición de la rueda según una ecuación espacio/tiempo, o si como define Paulo Coelho en el Alquimista, el Destino lo construimos con nuestra voluntad, y es la determinación y no el determinismo quien define el curso de la Historia.
Me voy a la huerta, a buscar en el contacto con la tierra una cura rápida del ataque transitorio de filosofitis que padezco y me aparece un nuevo dilema. Sembré en tiempo y forma una hilera de judías planas Helga, y todas las matas salvo las tres primeras han nacido, se han desarrollado y ya tienen vainas alargadas y planas que empiezo a recolectar. Sin embargo las tres primeras matas de la hilera las he resembrado en varias ocasiones y se niegan a germinar.
Ya tengo donde ir y venir para llevar el raciocinio hasta el agotamiento, en la gimnasia del intelecto, acompañando al ejercicio físico que propicia el manejo del amocafre limpiando la castañuela, o del resto de herramientas sin enchufe ni motor de explosión que toca usar en las distintas tareas de la huerta.
Porque ahí esta la castañuela, la juncia que brota persistente, con determinación biológica, por mucho que la castigues.
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