La rana en agua hirviendo, y peor que se va a poner.


 

Esta fábula para niños, que se propone estimular el pensamiento crítico, nos ilustra muy bien de como nos tratan quienes nos lanzan el señuelo de los peligros a  la igualdad entre españoles y territorios, mientras van desmontando, lentamente, como con la rana en agua hirviendo, los instrumentos que garantizan la igualdad básica de oportunidades: Educación y Sanidad.

A nadie engaño y quienes me conocen saben que siempre he estado en las ideas, no tanto en la ideología, de quienes defienden todo el Mercado posible y todo el Estado necesario. Planteando, sin sectarismo,  que hay sectores donde la tutela, la garantía de la prestación le corresponde al Estado, en tanto la prestación propiamente de los servicios debe estar abierta a las soluciones socialmente más eficientes. Eso sí, sin subterfugios de acudir a utilización de términos sagrados como "la libertad", para introducir elementos de desigualdad básica que hagan primar la eficiencia económica sobre la social.

El modelo de "Estado de Bienestar" que, con matices, ha facilitado, hasta ahora, la prosperidad, la calidad de vida en Europa, se ha sustentado históricamente en un  pacto de clase que, a mi juicio, empezó a romperse tras la caída del muro de Berlín y el ocaso de las dictaduras del Este de Europa.

Pienso que entre los conservadores despuntaron corrientes que consideraban que se había producido una derrota sin paliativos de las clases trabajadoras y ya no era necesario mantener el pacto, o en cualquier caso había que desregularlo para facilitar el crecimiento de la economía, la libertad de mercados.

Desorientados, los representantes políticos y sindicales de las clases trabajadoras no supieron hacer frente a la situación y retrocedieron a posiciones de repliegue del mal menor. 

Es sin duda un análisis de brocha gorda expuesto a variantes, matizaciones, tesis y antítesis, pero ningún interés tengo en discutir en estos momentos de filosofía política y económica, sino introducir el tema dejando constancia de mi opinión respecto al origen macro de lo que está sucediendo, aquí y ahora, en lo micro.

No imputo al actual Gobierno conservador de Andalucía todos los males de la Sanidad en nuestra Comunidad. Hablo de la Sanidad, de toda, Pública y Privada, al menos la Privada que se soporta en las compañías de Seguro Médico. Pero sí creo que es evidente su responsabilidad en la pendiente de deterioro que se observa de manera acelerada en pocos años.

La Generación del 27, lo más lúcido de esa Generación, gemía en un lamento patriótico por la pérdida desastrosa de los restos del Imperio Español. Han quedado como  iconos de referencia para las siguientes generaciones, al menos hasta la mía, la de los años cincuenta, la pérdida de Cuba y el desastre de Annual.

Pues, a mi entender, se está preparando  otro lamento, de iconografía histórica menos vistosa ,pero puede que de transcendencia más importante para las nuevas generaciones, la pérdida de la joya de la Corona de los tiempos de la democracia restaurada por la Transición. La Sanidad.

Ha sido uno de los pilares del Estado de Bienestar, singularmente la Sanidad, quien nos había colocado como nación en el top ten de dos indicadores que considero fundamentales para definir el verdadero progreso, la esperanza de vida, el número absoluto y relativo de trasplantes. Esto último sigue siendo un motivo de orgullo legítimo y verdadero de eficiencia técnica y solidaridad social. En poco tiempo, si nadie lo remedia, bajaremos notablemente en el ranking de esperanza de vida.

Por razones de historia profesional tengo el privilegio, quizás no tanto, barato no me sale, de usar indistintamente Sanidad Pública o Privada, y puedo acreditar que ambas empiezan a padecer del mismo mal, saturación de las instalaciones, cansancio y desmotivación inducida de los profesionales. Las movilizaciones en la publica son históricas y recurrentes en demanda de mejoras salariales y de condiciones de trabajo, pero en torno al verano pasado pude contemplar y sufrir extrañado como se había montado una huelga poco publicitada ¡en la privada!, y no parece que las motivaciones se hayan resuelto. Al final lo mismo que en la pública, se están exprimiendo al máximo instalaciones y profesionales. 

No quiero personalizar, pero uno ha de hablar de sus experiencias o del conocimiento de otras experiencias. Sin entrar en detalle, pero en estos últimos años he sufrido error o insuficiencia de diagnóstico en la pública que me han dejado lesiones crónicas, y sigo esperando, cerca dos años, especialista para un seguimiento que me recomendaba el mismo especialista, debía hacer cada cuatro o seis meses. Cuando intento resolverlo en la privada me encuentro también con demora, algo menor, pero demora, que me obliga a repetir pruebas diagnósticas y a duplicar el gasto médico. No se te ocurra en la privada, si vas con una compañía de Seguros, por muy importante que sea, esperar ser atendido con rapidez por digestivo, cardiólogo o urólogo, y olvídate de dermatólogo. Prepárate en la privada para resonancias magnéticas a las 22:30 o a las 6:30, y masificación en las consultas y pruebas diagnósticas menores, no te hablo de la turbamulta en los laboratorios de análisis clínicos, con la sinfonía de pitidos y flases de pantalla.

La distinción, la cercanía, la comodidad, la celeridad que eran el valor que motivaba el uso de los Seguros Médicos, se han sacrificado en aras al incremento de beneficios de los fondos de inversión, que controlan lo que han terminado por resultar monopolios en la Sanidad Privada. Ahí la celeridad, la eficacia, está en las intervenciones quirúrgicas una vez prescritas, se ve que el margen lo justifica.

La generalización de los servicios, la garantía de profesionalidad, la eficiencia técnica, la ausencia de especulación en el coste, el razonable tiempo de espera, que eran el santo y seña de la Sanidad Pública, se han evaporado en pocos años y como la rana está distraída en ERES, Amnistías , Financiación Singular y otras señales de humo, o al menos  por el ruido que todo eso produce, permanece esperando al calorcito de la olla.

Pero entrando ya en el regate corto, se produce la caducidad de mis tratamientos de crónico, por suerte aún no son demasiados, y he de desistir a su renovación porque no hay citas para Medico de Familia en el consultorio de mi pueblo. Por la app nada que hacer, por teléfono, casi lo mismo. Has de personarte antes de las ocho de la mañana en el Centro de Salud, hacer una inmensa cola y antes de las diez de la mañana se acaban las citas, venga usted mañana, nos dicen, ¿ A qué nos suena eso?. A marcha atrás a toda máquina, a deterioro de los servicios más básicos, que habían ido mejorando en calidad y en extensión desde el impulso que Ernest Lluch le dio a la Sanidad Universal con la Ley de 1986. 

Como la rana aún no ha terminado de hervir y no salta de la olla, pensarán, vamos a subirle el gas, ya no se entera, y nos anuncian que en setiembre será peor, habrá muchos días sin médico de familia en el Centro de Salud, ninguno.

Ahora pueden hacerme los discursos huecos que quieran sobre igualdad y solidaridad en asuntos distintos y distantes, que pueden tener más brilli-brilli en tertulias y telediarios, pero donde está el problema, aquí y ahora, es en estas cosas cotidianas, por ahí está el verdadero sumidero de la igualdad, la solidaridad que ando escuchando como la canción del verano. Ya veremos si en otoño queda rana en la olla o ya no hay nada que hacer.



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