Gentes del Libro


 

Hace un tiempo leía " A la sombra del granado" de Tariq Alí, coincidiendo con la etapa pictórica en la que me dio por construir alegorías con personajes femeninos, y salió esta obra ,"Tres culturas", para intentar representar una época en la que en esta tierra coexistían, más que convivían, las tres religiones abrahámicas.

Recupero ahora esa idea porque en este verano, en el Club de Lectura de la Asociación de mayores de la localidad donde nací y ahora vivo, andamos leyendo esa misma obra, al tiempo que en una localidad murciana ha estallado un conflicto social carne de los "prime time", alimentado por quienes ven en los lógicos e inevitables problemas de coexistencia entre culturas diferentes, nuevas formas de convivencia entre las "Gentes del Libro", una más que probable fuente de crecimiento electoral.

Se utiliza la expresión " Gentes del Libro" para definir genéricamente a las religiones "abrahámicas" que comparten un tronco y características comunes, a pesar de las diferencias de praxis aparentemente irreconciliables. Es una definición utilizada singularmente por quienes profesan el Islam, que reconocía cierta tolerancia a los que practicaban cualquiera de las otras religiones del Libro. Hay a quién la propia expresión "abrahámicas" para agruparlas le parece inconveniente o inadecuada. Pero el hilo conductor de su origen es inapelable, los aspectos que se comparten son igual o más fuerte que las diferencias, y su extensión en el mundo está generalizada, siendo así que sólo en la zona geográfica de China, India y su entorno próximo hay otras creencias más preeminentes.

Todas parten de un principio común ," La verdad revelada"  sucesiva en el tiempo,  que cada una de las religiones "abrahámicas" considera la única exclusiva y cierta. A diferencia de las religiones orientales, más basadas en los principios filosóficos o el sumatorio de tradiciones, en las "Religiones del Libro" no hay espacio para la duda y la relatividad.

Pero no es cuestión de andar en disquisiciones teológicas que no son mi especialidad, sino en reflexionar  que había querido decir, que me transmitía el inconsciente cuando realizaba la obra y por qué ahora la recupero para esta entrada.

En la alegoría, seguramente influenciado por el criterio de que la cultura del vino es el rasgo diferencial más claro del cristianismo respecto a las otras "Religiones del Libro", es el racimo y la monja orante su representación. Mientras al Islam le asigno el olivo, el aceite y el recogimiento, en tanto  al judaísmo el trigo, la espiga y  la perdiz, no se muy bien por qué.

Como no alcanzo a entender la dificultad para el ecumenismo entre las "Gentes del Libro" y las tensiones que provoca la convivencia entre ellas.

Sin embargo quienes habitamos la tierra que en este verano ha sufrido un incendio de miedo al otro e intolerancia, hemos vivido en algún momento de nuestra historia lo que pretendí recoger en uno de los versos del poema "Fue en Granada", que no hace mucho publiqué en la antología " Arcilla de alfarero".

Ayer tren carreta, maleta de cartón, jergón de paja

hoy cabalgando la mar a lomos de frágiles pateras

para llegar a un lugar que nunca es como tú esperas

en donde dejar la vida en prenda en la marea baja


No es la migración, las migraciones, la multiculturalidad que eso reproduce en los pueblos, las tierras, que se  convierten en destino de las ilusiones, las esperanzas, de quienes se ven impulsados a abandonar sus lugares de origen, un fenómeno para despachar con cuatro lugares comunes. Pero al fin y al cabo, quienes alguna vez fuimos migrantes deberíamos tener la capacidad y empatía para comprender algo mejor el problema, ponernos en el lugar del "otro", antes que volcar en ellos nuestros miedos y frustraciones. Como decía en otro verso del poema en cuestión :

Pueblos que hacia el Norte nos fuimos a buscar

la libertad ausente de los corazones y las almas.

sin tener que imaginar al compás de palmas

el pan, la sal y un techo que encontrar

 

Porque no es más que eso lo que nos induce a emigrar, a aceptar el trasplante a otro suelo que esperamos nos nutra mejor, aunque durante un tiempo, yo diría toda la vida, se duelan las raíces.

Por mucho que algunos reivindiquen antiguos sueños imperiales de la unidad impuesta a hierro, o persistan en la idea de ponerles puertas al campo, lo más adecuado es buscar elementos comunes que nos ayuden a la coexistencia, para propiciar la convivencia. Sería deseable que encontráramos la piedra filosofal, la alquimia que nos hiciera integrar la diferencia, pero la Historia nos enseña de las dificultades de esa combinación mágica, las amalgamas no fueron siempre pacíficas y en las aleaciones siempre interviene el fuego. Pero eso no quita que debamos evitar a toda costa que se extienda el pensamiento de que  lo que cuenta la novela " A la sombra del granado", extirpar  al "otro" física o culturalmente, sea la solución.

A defendernos contra esa pulsión debería habernos enseñado la Historia reciente.

Pinceladas de todo lo expuesto quería reflejar en la obra que ilustra este post. Lo que nos une como seres humanos es  mucho más fuerte que lo que nos diferencia, la suma puede generar sinergias que nos haga alumbrar culturas como la que da origen a ese salón de la Alhambra, que es el fondo integrador de la obra.


 





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