Mayo florido
Vístense las plantas
de varias sedas,
que sacar colores
poco les cuesta.
Los campos alegran
tapetes varios,
cantan los ruiseñores
retumba el campo.
Sale el mayo hermoso
con los frescos vientos
que le ha dado marzo
de céfiros* bellos.
Las lluvias de abril
flores le trujeron*:
púsose guirnaldas
en los rojos cabellos.
Los que eran amantes
amaron de nuevo
y los que no amaban
a buscarlo fueron.
Y luego que vieron
mañanas de mayo,
cantan los ruiseñores,
retumba el campo.
Lope de Vega
Hasta la pluma de Lope, de los tiempos de gola en el cuello y negro riguroso de la contrareforma en la ropa, se llena de la explosión de vida que trae mayo por estos lares, no voy a ser menos, aunque los vientos alumbren nubarrones en el horizonte.
Este mayo "abrilea" en Sevilla de Feria, que hasta hace nada disfrutaba con avaricia de sesión continua y que este año, lo más probable, andaré de caseta en caseta sin abandonar la sala de estar.
Cosas del los calendarios eclesiásticos que tanto condicionan nuestros ciclos festivos, junio "mayeará" Rocío de salves y carretas de plata subiendo los porches de la iglesia de mi pueblo.
También en esto andaré en el estadio del descanso del guerrero, que ahora conviene a mi edad y condiciones. Seré de los pocos "impedidos" que dijera el otrora eximio Presidente de la Hermandad, son los únicos que se quedan, para explicar como el pueblo se vacía de viernes a domingo buscando a la Madre, en todos los términos de la acepción.
Pero más allá de estas circunstancias temporales con voluntad de convertirse en permanentes, mayo tiene todos los ingredientes para, a pesar de cualquier dificultad, cada amanecer de dulce despertar inyecte en el espíritu el deseo de vivir la vida para vivirla, no para transitarla.
En mayo, hace ahora veinte años, dejé la corbata en el armario ropero y el reloj en la mesita de noche, volví a la tierra, me abandoné a sus ciclos mirando al cielo y al suelo, y no me arrepiento de ello ni un segundo. Todo lo anterior me suena tan lejano y extraño que, incluso cuando me da el "venate" de escribir dejando volar la imaginación, no soy capaz de cruzar el límite virtual de la hoy desaparecida alcantarilla de nuestros paseos adolescentes.
En este año del agua generosa, me toca en mayo luchar denodamente contra la hierba frondosa que me llega a la cintura y amenaza con convertirse en pradera en llamas a cualquier estímulo comburente. Pero mientras agito la desbrozadora, que te hace vibrar todo el esqueleto baqueteado por la vida y las modestas heroicidades de andar por casa, me extasío en la pujanza de la arboleda, que te ofrece los frutos tempranos en sazón, la dulzura concentrada de los tardíos de invierno, o el vigor de los que brotan para ofrecerse en verano.
Las naranjas que quedan en las alturas, desafían a la osadía de trepar por el tronco como un jovenzuelo atolondrado o armarse de escalera driblando las ramas que demandan aclareo.
El níspero ofrece gozoso los últimos frutos de la temporada.
Las granadas repican en campanillas rojas.
Los higos "coll de dama", los malagueños, no están pero se les espera. El nogal del país sigue pundonoroso ofreciendo los brotes de sus proletarios frutos, en tanto el de California se deja querer para regalarnos con desdén alguna nuez y el nogal pecano brota pujante queriendo quemar etapas.
Los damascos han perdido sus flores en una ventolera y quedará en barbecho hasta el ciclo que viene.
Las peras nashi, las de San Juan se arraciman hasta que sean castradas y las parras muestran orgullosas sus pámpanos.
Los almendros mollares engordan sus frutos cada día a ojos vista.
El albérchigo, agotado por la edad y el hongo sinuoso que impide el correr de la savia por la corteza, lanza el canto del cisne de los que serán probablemente sus últimos frutos.
Las palmeras, pundonorosas y agradecidas de los baños que ahuyentan al pérfido picudo rojo, van por la segunda cosecha.
El algarrobo, después de años de vivir a la bartola, ha decidido reivindicarse y producir una buena colección de vainas que en cuanto maduren y pueda catarlas, seguro me retrotraerán a la infancia, los trajines y negociaciones con el "tío los carritos", chatarrero que nos proporcionaba aquel manjar sustitutivo del escaso y caro chocolate, a cambio de los hierros que rebuscábamos por aquí y por allá.
En fin, que desde que volví, mayo dejó de ser un mes más del calendario, que sólo distinguía por el vestuario de entretiempo, para adquirir la condición de pináculo en la escalera de la vida medida en estaciones, de rifa del pañuelo y romería, cruz de guía, avanzadilla del tiempo de alberca y gazpacho que anunciaba.
Por eso, a igual que a Lope de Vega, en las mañanas de mayo me retumba el campo.
Comentarios
Publicar un comentario