El sinvivir de la vivienda.



Será que aún en mi actual estado contemplativo, reverdecen en otoño briznas del antiguo activista, y por eso  me ha dado por cambiar la línea de mis entradas a éste blog, descargar los textos de toda poesía y preocupación estética y entrar en  asuntos duros y esquinados,  como un ladrillo.

Hace unos días fue la Sanidad, vapuleada por quienes no creen en lo público y abusan de la abulia instalada en los decepcionados. La entrada de hoy va del ladrillo,  los negocios en torno al ladrillo y su efecto en la vida de las personas .

Porque anda uno oyendo cada cosa todos los días, que se subleva el rinconcito de mi memoria donde tenía archivado el tiempo en que tuve alguna modesta responsabilidad sobre el asunto que nos ocupa.

A veces me resulta curioso como problemas antiguos adquieren una relevancia de tal magnitud, que cualquiera diría han aparecido por generación espontánea. Los medios los colocan en sus cabeceras y los tertulianos empiezan a dar la matraca hasta que se aburren, aparece otro asunto de mayor interés o reciben consignas de cambio de tema, de todo habrá. Entonces el problema se hiberna en los mensajes unidireccionales, pero sigue igual de latente en la realidad. Entre tanto ha sido combustible para el rifirrafe y las ocurrencias de quienes se dedican a la cosa pública, que generan propuestas ambiciosas o que ya se han ensayado sin éxito, que la mayor parte de las veces resultan insuficientes o que antes de ponerlas en marcha están obsoletas.

No tengo ahora la necesidad acuciante de tener un sitio, un espacio al que pueda llamar hogar, que permita mirar el futuro con una cierta tranquilidad y perspectiva. Estaría bueno que a estas alturas de la vida  tuviese los mismo problemas que a los veinte años. Pero los tuve, no hay nada nuevo bajo el sol, viví casi las mismas dificultades que ahora se anuncian como el gran mal de nuestro tiempo, con otros rasgos diferenciales, pero casi las mismas.

Por eso no deja uno de sonreír con condescendencia, aunque el problema de la vivienda  no es ninguna broma para quien lo padece, cuando se imparte doctrina para la solución y se ofrecen alternativas mágicas.

Al final todo consiste, a mi juicio, en un desajuste entre oferta y demanda, precio y capacidad de pago, en si la respuesta viene del Mercado o del Estado, o si la vivienda se considera una mercancía o un derecho vital.

El diagnóstico puede ser simple, aunque haya más de una forma de establecerlo, lo difícil es encontrar una solución duradera que no agrave el mal. 

Por otro lado se está estableciendo como un problema general, lo que está focalizado en determinados puntos de la geografía de nuestro país, cierto que afecta a un considerable número de personas, jóvenes sustancialmente, pero en esos sitios en particular. Lo que pasa es que la dinámica del Mercado se adapta, persigue, al precio más caro, tanto en compra como en alquiler, y lo que en algún sitio puede ser puro ajuste de oferta/demanda en otros muchos no es más que  especulación.

Así, he tenido que oír en el entorno local, propuestas de solución generalizada, absolutamente inapropiadas , a mi juicio, y contradictorias con el entorno próximo, que no hace nada fueron inviables por la realidad de los hechos.

Pero antes de entrar en este aspecto concreto de la cuestión, aprovecho para hacer un recorrido en una historia compartida por tantos y tantos que a edades tempranas hubimos de levantar el vuelo a territorios lejanos y tuvimos enormes dificultades para acceder a una vivienda,  después nos ha tocado recorrer la geografía con la casa a cuesta. Eso nos ha enseñado la realidad de este problema mejor que cualquier ensayo teórico.

Tuve lo que podíamos llamar el primer hogar en 1974,  en un pequeño piso  de alquiler con dos habitaciones interiores, ubicado en la Verneda, barriada obrera de Barcelona, hoy tiene otro status, por el que pagaba 3500 de las aproximadamente 7000 pesetas que ganaba al mes. Ya era complicado, el 50 % de tu sueldo en vivienda, pues parece que por Barcelona aún están ahora peor.

Relativamente cerca, en Sant Andreu, compré mi primer piso en 1976, 2.700.000 pesetas, financiadas  con dos préstamos, uno personal y otro hipotecario, por los que seguía pagando la mitad de lo que ganaba. Más de 10 años de todo  mi sueldo anual costaba ese piso, ahora nos asusta la inflación, entonces la inflación aliviaba el valor relativo de lo que pagábamos de piso. Era lugar común para los vendedores decir " ahora es mucho, pero en unos años quedará en nada". 1976 fue un año de conflictividad extrema, me vi implicado y me toco mi parte de los daños, pero un laudo arbitral resolvió el conflicto, nuestros sueldos dieron un tirón hacia arriba y las 10000 pesetas que pagaba al mes se hicieron soportables.

En 1984 volví a Sevilla y vendí el piso de Barcelona casi por lo que me costó, había entonces exceso de oferta de vivienda, puede resultar increíble, pero en ese tiempo en Barcelona la había y los precios cayeron, como pasó en toda España después con la crisis sistémica de 2008, antes de ayer.

En el 85 compré una casa VPO en el Aljarafe 4.700.000 pesetas, una parte importante de mi sueldo mensual  se iba en pagarla y eso que había tenido dos ascenso por oposición y una designación de cargo. Treinta años se ha mantenido esa casa con limitaciones para vender o alquilar, limitaciones que casi todo el mundo se saltaba a la torera en los momentos de crecimiento de la demanda.

Poco la disfruté, porque en el 87 vino un nuevo trasladado por designación cargo, en el 90 compré una nueva casa en el nuevo destino, 7.400.000 pesetas en una de las nuevas zonas residenciales, status pequeñoburgués accesible sólo para matrimonios con dos sueldos en casa, o uno de directivo, mi caso. También fue mi primera experiencia como casero, alquilé la casa del Aljarafe y durante años no hubo ningún problema, aplicaba un precio de alquiler módico, el obligado por Ley y recibía el pago sin retrasos.

Cuando compre en el 90 esta nueva casa construida en fórmula de comunidad, algo parecido a una cooperativa,  podía pagarla con algo más de un año de sueldo. Sería por la fórmula de construcción, porque había bajado el coste de las viviendas, porque habían subido mis retribuciones o por todas las cosas a la vez. Pero lo que quería apuntar es que, el crecimiento de la oferta por el impulso de las constructoras al modelo de ciudades residenciales  dormitorio en las periferias de las capitales, abarató el coste y permitió el acceso a esta modalidad de vivienda a un sector importante de población.

En el 98 nuevo retorno a Sevilla, con la casa alquilada y  ahora sí, problemas de pago con los inquilinos, lo que llaman inquiokupas, entonces sólo eran mal pagadores, pero los había en cantidad. Tuve que volver a un piso alquilado por el que pagaba más de 600 €, hace 26 años,  y entrar en pleito con los inquiokupas, , dos años costó resolverlo, más o menos lo que ahora, pero no queda otra. Se fueron un poco antes por propia voluntad, pero me entregaron la casa deteriorada  de tal manera que hube de gastar en restaurarla la práctica totalidad de todo lo que había recibido en concepto de alquiler en esos años. Nada que no suene actual.

En el año 2006 me traslado a vivir al pueblo donde nací , me dejo enredar en la política local y en 2007 asumo el área de Urbanismo en la nueva Corporación. Vivíamos en un periodo de vinos y rosas de la construcción, el Aljarafe se había saturado de nuevas construcciones de unifamiliares, los pelotazos se vigilaban en los juzgados y antes de asumir nada quise conocer la realidad que me iba a tocar gestionar.

Había en ese momento en la localidad unas 900 viviendas "en carga", entre nuevas viviendas en construcción o proyectos con licencias de obras concedida o en trámite, mientras que el pueblo en toda su historia tenía construidas unas 1.000 viviendas, cierto que en su parque de viviendas las había ya con cierto grado de deterioro. Es decir, había tal oferta de vivienda de construcción privada que era capaz de absorber una población semejante a la que existía de hecho en el pueblo en ese momento.

Pero las nuevas promociones no estaban diseñadas para hacer frente al crecimiento vegetativo de la población, sus precios eran prohibitivos para los locales, sino para destinarlas al uso de segundas residencias o  a ser adquiridas por los fondos de inversión con criterios especulativos. Se expandía el núcleo urbano en las nuevas urbanizaciones, costosas de mantener para particulares y Administración, mientras en el espacio interior del casco antiguo existían grandes bolsas de terreno sin edificar. Un verdadero despropósito difícil de reconducir.

Entretanto se había dado al traste con el modelo de autoconstrucción que era la fórmula habitual de acceder a la vivienda de los jóvenes de la localidad. No había más remedio que plantearse alternativas de viviendas protegidas más accesibles para los locales y en ello implicamos a constructores particulares con solares disponibles, que la "liberal" Ley del Suelo del Gobierno Aznar en el 98 no había conseguido abaratar  y en ese proyecto andábamos avanzando cuando estalló la crisis de 2008  y todo se trastocó. 

Los fondos de inversión huyeron de las promociones privadas, los compradores de segundas residencias, o desistían o no llegaban, las constructoras quebraron y la oferta de vivienda  en manos de las entidades financieras era tal, que los precios cayeron en algunos casos un 300 %. Las viviendas de promoción privada resultaban mucho más baratas que cualquier promoción pública, a que seguir con esta alternativa. 

Después hemos visto como los bancos asumían el rol de los alquileres sociales, de los precios sociales, y eso dio lugar a un efecto llamada entre quienes tenían limitada la capacidad  de pago y resuelto las necesidades de vivienda a los jóvenes y menos jóvenes, a precios de compra muy asequibles. En ese efecto estamos prácticamente todavía, ya no estoy en esa gestión desde hace mucho tiempo, pero puedo ver que la oferta está empezando a disminuir, quizás no sea precipitado planificar mejor el futuro inmediato de la vivienda en la localidad, pero su realidad, la de tantos pueblos y ciudades no tensionadas, no tiene nada que ver con Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga, e incluso Sevilla. Aquí el problema no está, a mi juicio, en el desajuste oferta/demanda de la vivienda residencial, sino en que el uso turístico es preferencial y ha tirado de los precios al alza por la perspectiva de ingresos de esa modalidad.

Las medidas bienintencionadas de limitar los desahucios, más orientadas a los grandes tenedores de vivienda, ha terminado por crear un clima poco propicio para el alquiler y desviado el uso residencial al turístico, mas rentable y menos comprometido.

Mis conocimientos, y los de muchos que se atreven a  ofrecer soluciones de cuñados, son insuficientes para ofrecer alternativas mágicas, pero creo que hay un diferencial cultural entre la visión de la vivienda en nuestro país y la que tiene el entorno europeo que nos circunda. La vivienda en propiedad es para nosotros una aspiración vital, el alquiler una situación transitoria. No existen en nuestro país  las grandes barriadas de vivienda pública propiedad de las Administraciones Local o Estatal, que en régimen de alquiler modulan los mercados y contienen los precios.¿ Cuantos años?¿ Cuanta inversión? costaría acercarse siquiera a estas soluciones. Es algo que deberá hacerse, pero su resultados son como mínimo a medio plazo, mientras, la  vivienda ahoga la economía y las expectativas vitales de muchos jóvenes en las zonas tensionadas.

Hasta tanto no llegan las soluciones a medio plazo, a mi juicio, sólo se puede contener la especulación e intervenir en los mercados para enfriarlos, por mucho que haya quienes se rasguen las vestiduras. Todo el Mercado posible, todo el Estado necesario, esa es la columna vertebral del Estado Social de Derecho, y el Mercado no está dando respuesta a esta necesidad vital. Hacen falta medidas de choque que vayan evaluando su impacto y corrigiendo en base a la prueba error, como en todo, no hay otra, las soluciones deben ser tan cambiantes como las situaciones.

Como he contado en los párrafos anteriores las oscilaciones de la oferta/demanda han sufrido cambios en nuestra historia reciente, pero la vivienda ha sido casi siempre un bien que no ha estado al alcance de los jóvenes con facilidad. Que esté incluido como un derecho constitucional no es caprichoso y los padres de la Constitución sabían que era un pilar del Estado Social de Derecho que se quería construir. Pero en este tiempo poco se ha avanzado, pues unos por rechazo ideológico vergonzante, otros por no mover el avispero de un asunto electoralmente delicado, han parcheado con algunas iniciativas ineficientes, cuando no han alimentado un boom especulativo por falta de planificación.

Mal están las cosas para un debate sosegado entre quienes pueden representar la centralidad de las posiciones, pero es imprescindible, la Vivienda no puede ser una María del derecho constitucional que se puso para hacer el texto bonito. Mercado y Estado tendrán que ponerse de acuerdo, ambos tiene su lugar en la solución del problema, pero al igual que con la Sanidad, es al Estado a quien corresponde liderar la respuesta. Y quien no esté de acuerdo con el Estado Social de Derecho que consagra nuestra Constitución, con el espíritu y la letra que se propone garantizar el derecho a la vivienda que se retrate, que este problema si está siendo una vulneración de la Constitución que afecta a un sector muy importante de los españoles.


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