Melancolía - Todo tiempo pasado fue anterior.
Tarde tranquila, casi
con placidez de alma,
para ser joven, para haberlo sido
cuando Dios quiso, para
tener algunas alegrías… lejos,
y poder dulcemente recordarlas.
Escribió este poema Antonio Machado, tan delicado
como eficaz para expresar los estados emocionales de quienes, salvadas las abismales diferencias
para contarlo, probablemente tenemos la misma alma de nardo
No es buena esa condición cuando los tiempos son
malos para la lírica y uno fue joven cuando Dios quiso, hace tanto
tiempo......... que los años caen inmisericordes a toda velocidad. Hay que
andar ya con pensamiento estoico para ver pasar los acontecimientos como si
fuesen una ficción ajena a tu realidad imperturbable.
Pero a veces, sólo a veces, nos vemos obligados
a abandonar la ataraxia porque los
sucesos, las influencias que nos circundan y acosan, nos impelen a
recuperar las viejas y oxidadas armas de las luchas en el cuerpo a
cuerpo.
Ya, ni queremos, ni podemos vencer en las
batallas, dialécticas o de cualquier otro orden, pero el rescoldo del espíritu
de combate y resistencia nos anima a que, si hay que perecer, mejor asaltando las
murallas del entusiasmo que en las lóbregas mazmorras de la indiferencia.
Llegué al compromiso político, a la militancia
sindical, de manera sobrevenida, como tantos otros que no teníamos más
ideología que sobrevivir, escapar del ciclo que nos asignaba el rol de braceros
pegados a la tierra llenos de fe y resignación. Fueron los acontecimientos de
1973 quien nos impulsó a posicionarnos y ya que estábamos, había que hacerlo en
condiciones.
Por donde me movía entonces, el PSUC,
disciplinado y omnipresente ejercía un claro liderazgo de la izquierda, frente
a la amalgama del socialismo democrático agrupado, más que organizado, en tres
corrientes diferenciadas en función del origen de sus afiliados, su proximidad
a la socialdemocracia europea, o el barniz nacionalista de sus aspiraciones.
Pues ahí recalé atraído por la filosofía de la autogestión, y ahí estoy desde
entonces a pesar del agua que ha corrido bajo los puentes.
Desde el 73 al 84 anduve en el Jurado Único de
Empresa, en los posteriores Comités de Empresa, en la estructura informal de
lo que fueron las CC.OO. primero y en la formal de UGT después. Como afiliado a
UGT me jubilé, aun cuando hacía muchos años estaba al otro lado de la dicotomía
trabajador/empresa.
En lo político, por condiciones y convicciones,
tanto en lo orgánico como cargo público, nunca pasé del ámbito local. Un
mandato en el entorno del Consell de Distrito, cuatro mandatos como concejal.
Pues a pesar de ese reducido ámbito, me ha tocado vivir las fases de liderazgo
e irrelevancia, entrega y decepción, reconocimiento y olvido, que entiendo se produce
con carácter general a todo el que ha dedicado tiempo y energías a la cosa
pública. Todo lo anterior para documentar que no habla uno de oídas.
A mi juicio todos los proyectos colectivos se
sustentan en la suma de aportaciones y liderazgos individuales y puede
existir la tendencia de confundir uno de esos liderazgos con el propio proyecto
en sí. Sucedió en el pasado reciente y puede estar sucediendo ahora.
Volviendo a la historia pequeña, lo que en su día
me alejó del PSUC fue su praxis de centralismo "democrático", por el
que había que entregarse a la "causa" para inmediatamente convertirte
en un disciplinado peón en torno al objetivo común. Nada que ver con la
libertad de opinión y acción que se vivía en el socialismo democrático, aun no
era socialdemocracia ni en sus objetivos ni en su estructura.
Creo que todo esto se torció en el 79, cuando el
acné juvenil marxista dejó al socialismo democrático sin dirección y Felipe
González volvió como Secretario General, en olor de multitudes y con su Bad Godesberg
de transición a la socialdemocracia hecho. A partir de ahí el PSOE, a mi
juicio, aplicó un criterio leninista, de "centralismo democrático" de
hecho, sin duda orientado a convertirse en opción de Gobierno, pero que ríete
tú de las unanimidades del PSOE de ahora. Entonces, los medios que se han
movido poco en la forma con que escenifican la defensa de los intereses que les
encomiendan, lo llamaban mayorías búlgaras. Ahí anduvo el poderoso
Vicesecretario General hablando de que el que se movía no salía en la foto y
que prefería diez minutos en televisión que diez mil militantes. Las purgas
fueron cortantes y constantes, si acaso que se lo pregunten a Rafael Escuredo y
a Pepote Rodríguez de la Borbolla, por ejemplo.
Por eso no entiendo ni justifico los ataques
agudos de melancolía, que mueven a los que fueron cargos orgánicos y públicos
de relevancia en ese tiempo, los que participaron por acción u omisión en que
la cofradía de Monipodio derrochara en nada el capital político y de
credibilidad construido de forma colectiva por tantas aportaciones individuales
desinteresadas.
Ni les preocupa, ni les da vergüenza padecer la amnesia instrumental
que les permite volverse baluartes, no ya de la crítica que ellos no toleraron,
que sería legítimo, sino de una ofensiva sin límites que utiliza la misma
munición que emplearon contra ellos. Ahí los tienes, paseando su despecho
y melancolía por tertulias y entrevistas sin ningún empacho ni pundonor.
Tontos, o no tan tontos, útiles de unos intereses que van claramente en contra
de lo que alguna vez ellos defendieron, no sé si por convicción, o ya entonces
era una impostura.
No diré yo que lo de ahora no merezca crítica,
toda acción de Gobierno la tiene, éste no iba a ser menos, pero de ahí a
convertirse en armas arrojadizas y participar en la descarada caza al hombre,
hay un trecho enorme que sólo se puede transitar, a mi juicio, si uno está
obnubilado por los requiebros interesados de aquellos que te combatían y
despreciaban, o por el irresistible aroma del papel moneda y lo que puede
comprar.
Quizás olvidan que de muchos de aquellos polvos
vienen estos lodos, que todos han hecho de la necesidad virtud, piruetas
ideológicas y decisiones arriesgadas y controvertidas, cuestionadas por propios
y extraños, pero no con el nivel y las formas que se dan ahora en los propios.
Lo peor es cuando en un ejercicio de cinismo les
da por utilizar argumentos de pureza ideológica en sus andanadas. Ahora el
problema está en que las primarias han ahogado los contrapesos, entre las élites,
los "cuadros" querrán decir, pues uno iba a los congresos y esos a
partir del 79 estaban más que amarrados de antemano, que no vengan con
cuentos. O las últimas, el posible cupo catalán atenta contra la igualdad
de los españoles, hay crecimiento económico, pero no redistribución de la
riqueza, y eso no es socialdemócrata. Se quedan tan panchos.
No sé qué dará de sí el llamado cupo catalán, lo
desconozco, como mucha gente, está por ver y por aprobar legalmente, pero
que vengan a airear las diferencias territoriales de los sistemas impositivos
habiéndose tragado los cupos vascos y navarros en la Constitución, y los
recientes regalos fiscales de algunas autonomías gobernadas por los
conservadores sin decir ni papa, cuando menos llama la atención. Desigualdad
entre españoles dicen, y la concretan en quien recauda o no, no en los
mecanismos de redistribución. Está claro, en su criterio el cupo catalán nos
hará más pobres a los pobres, en tanto que el desmontaje de lo público, de la
cobertura de las necesidades básicas por lo público, de la discriminación
positiva para los que más tienen, no está haciendo más ricos y felices.
Puede que en su tiempo la redistribución de la
riqueza se hiciera por otros métodos que igual yo no conocía, pero a mí me daba
la impresión que era directa por la vía de las mejoras salariales, e
indirecta por la generalización de la educación y sanidad pública, por las
inversiones en infraestructuras justificadas en rentabilidad social más que
económica. Ya me dirán si se ha hecho poco ahora por la vía directa,
resolviendo problemas en el mercado de trabajo que ellos no pudieron o
quisieron acometer, atendiendo las emergencias de unas situaciones sobrevenidas con
criterios opuestos a cómo se resolvieron otras crisis sistémicas, o quiénes son
los que están boicoteando la vía indirecta de redistribución de la riqueza, sin
que al respecto les haya oído la menor crítica. Todo sea por el objetivo final
compartido, el de los otros me refiero, ¡ah! que ya no hay otros.
En fin, echo de menos la facilidad de los
británicos, laboristas o tories, para resolver las disfunciones de sus
liderazgos cara a cara, sin necesidad de pasarse a las filas contrarias, y me
da pena la incoherencia que nos da los años.
Otra tanda de desahogo contra los desahogados, en
nada vuelvo por donde solía.
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