Los mares del Sur
Aparece de forma recurrente en mi imaginario la novela "Los mares del Sur", escrita por Manolo Vázquez Montalbán, cuando pienso que no hay que aventurarse a largos viajes a lugares distintos y distantes en busca de la aventura. Al lado de nuestra casa, en lo cotidiano, pueden encontrarse situaciones más exóticas y fascinantes que en las lejanas islas del Pacífico. Vaya por delante que la facilidad que hoy tenemos para llegar a cualquier lugar, si hay cartera que lo sostenga, ha hecho desaparecer el halo romántico que envolvía la posibilidad de encontrar experiencias extraordinarias en lugares ignotos.
Puede que en mi caso sea también el consuelo del "están verdes", de quien, por razones de diversa índole ha echado el ancla en otro mar del sur más próximo, el que baña las playas de Doñana, y pocos estímulos u oportunidades tiene de hacer de Marco Polo o el capitán Cook.
En los últimos años, más allá de una semana en la Toscana, otra en el camino de Santiago, que fueron objeto de entradas en este blog, sólo cruzaba Despeñaperros para los encuentros anuales con los compañeros y sin embargo amigos en Madrid, ningún otro acontecimiento me ha alejado de este vértice del Guadalquivir donde vivo mis días.
Este año, ni siquiera eso va a poder ser, y esto es lo que motiva el post a este blog, el estado pasajero de melancolía, ya van siendo muchos, que lo genera.
Quizás porque leí esa obra de Manolo Vázquez Montalbán en el tiempo que hube de sobrevivir como la almáciga trasplantada en tierra que le era ajena, mi curiosidad nunca fue paralela al furor viajero, cualquier tiempo disponible al efecto era utilizado para retornar a las raíces, buscar el alimento de la tierra que me vio nacer.
Al retorno, mi curiosidad se orientaba a descubrir, redescubrir, todo lo que había cambiado en mi ausencia, y disfrutando de nuevo del Sur, proyectaba hacia el Norte las ansias viajeras. Así unos años hasta el estadio actual donde el cuentakilómetros de mi coche apenas si se mueve.
El paréntesis anual entre el mosto nuevo y los alfajores, el rito de renovación de la amistad con sabor a ron añejo Zacapa, en alguno de los restaurantes de Madrid de comedores luminosos con amplias mesas repletas de viajeros de los distintos puntos cardinales de nuestro país.
Sentía la recarga de la energía que facilitan los afectos sin doblez y retornaba a la marisma inmensa el mismo día, gracias a la maravilla de la alta velocidad. Hubo un tiempo, no ha mucho, que empleaba esas mañanas en recorrer el carrusel de arte de los museos que se extienden a lo largo del Paseo del Prado, últimamente tampoco eso.
Nunca se acaba de aprender, pero saturado de técnicas y estilos ahora dejo que el pincel fluya por los distintos soportes "ad libitum" y no me preocupa que lo que salga sea inclasificable, difícilmente comparable con la obra de cualquier maestro. Ni en esto, ni en nada, espero superar ya ningún hándicap ni meritorio, sólo me interesa la condición de discípulo.
Pero a lo que iba, asuntos del máximo interés me retienen este otoño a poca distancia de los míos, de la familia nuclear, y me impiden abrazar "in situ" a la otra familia, la que formamos en su día a fuerza de compartir dificultades y éxitos, bromas y rigor profesional.
Vaya por ellos este brindis virtual en ese barco que navega en el crepúsculo rojizo, o en el amanecer de nuestros días, dependiendo del mar u océano donde se mire, salga o se ponga el sol por el Este.
Fue una obra dedicada y regalada a un compañero de otras lides , que encontró su Nirvana no hace tanto.
Chin, chin y salud, disfrutad de las fiestas que vendrán, de quienes os acompañen en ellas, y ojalá el próximo año nos funciones el sortilegio de los buenos deseos.
Permitidme que me despida con unos ripios, que escribí en uno de esos días que organizábamos la diáspora.
Y
ya al mirar casi no vuelvo la cabeza
para
saber si aun permanece estable
la
línea que marcaba el horizonte
del
universo que ocupaba nuestras horas.
Queda un poso de nostalgia de otro tiempo
ni
mas ni menos feliz, sólo distinto
que
cada año regamos con el vino del recuerdo
en
el sagrado altar de la amistad probada
Os espero al sur en octubre de gordales
o en noviembre de bodega y almazara
en
el mayo de azahar y de romero
o en agosto de sombrajo hecho de cañas

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