Pintando versos


Entre los días 25 de abril y 8 de mayo han estado expuestas en la Biblioteca Pública Felipe Lazcano Gallo "El Moro" de Villamanrique de la Condesa- Sevilla, dieciséis óleos sobre tabla, alegorías sobre otros tantos poemas, que fueron terminadas entre enero y mayo de 2022.

En esos casi cinco meses, por una serie de circunstancias motivadas por una de las últimas olas de la Covid 19, estuve recluido en la nave agrícola de una finca de la familia en el extrarradio, a la que había trasladado el rudimentario estudio de pintura.

Sin más compañía que mi perro Nerón, con muy escasas y ocasionales visitas, tuve tiempo de leer y pintar, pintar y leer, como para terminar esta serie de alegorías, asociadas a algunos de los poemas que fui leyendo, o releyendo, y que de alguna manera me motivaron o emocionaron en esos momentos de soledad.

Por el orden cronológico aproximado en que los fui acabando, los recojo en el catálogo, al objeto de ampliar la escasas explicaciones sobre el origen de cada cual, que me permitió el reducido tiempo para el notable número de visitantes de la exposición el día de su inauguración.


La viuda negra del Falla




Representa al "tipo" de una comparsa en el Carnaval de Cádiz, que tuve ocasión de ver y escuchar en la Plaza de la Catedral y me trajo a la memoria unos versos de Rafael de León, poeta sevillano autor de coplas.

¿ Y que me mire al espejo,

y que me vista de fiesta

y que en mi jardín antiguo

florezca la primavera?

¡Ay, que montaña de amor

tengo sobre la cabeza!

¡Ay, que río de suspiros

pasa y pasa por mi lengua!


Pintada al principio sobre un fondo onírico de una red alegórica a la araña viuda negra, la terminé con el fondo del Falla y su decoración.


El gato que está




La literatura de Borges, su Aleph en bucle infinito, la música de Roberto Carlos de fondo me sugieren la contemplación de la vida, en el vaivén de una mecedora en un patio soleado cargado de geranios. Duermevela, donde el consciente deja paso al subconsciente que llama a la puerta de la razón, vigilada por el misterio felino de un gato siamés presto a lanzarse como una pantera, contra quien ose perturbar ese estado de meditación.

No son más silenciosos los espejos

ni más furtiva el alba aventurera

eres bajo la luna esa pantera

que nos es dado divisar de lejos.


Flor de romero



En esos días tuve tiempo de releer a nuestros clásicos del Siglo de Oro y Luis de Góngora me transportó al universo azul, nuestras marismas azules de flor de romero,  de la niñez de colmenas del abuelo Antoto. Las hadas que imaginaba vivían en ese mundo feraz y onírico, que se acercaban a hablarnos con el corazón en la mano, para después transmutarse en el calamón azul erguido sobre sus zancudas patas rojas. El contraste mágico que me indicaban la suerte de tener lo más exótico al alcance de la mano. No hizo falta que un poco más tarde me lo recordara el maestro Manolo Vázquez Montalbán en su obra los Mares del Sur.

Las flores del romero,
Niña Isabel,
Hoy son flores azules,
Mañana serán miel



Lirios de Hipócrates



La sublimación onírica de los parcos acontecimientos de esas horas que transcurren lentas, transforma en garzas reales "ardeas purpureas" las comunes garcetas bueyeras que pululan por la finca. Elevando la carambola de esa asociación mientras leo a Rubén Darío, emerge la imagen estilizada y aristocrática de Concha, como una diosa sentada en su trono de lirio. El cetro no puede ser más que otros lirios amarillos que cuida y acuna en sus doctas manos de galena. A sus pies no puede estar la serpiente que acecha a las vírgenes, pues diosa y virgen no son la misma cosa, así que coloco a la lagartija verde de su espíritu inquieto.

A ti las blancas dianas de los parques ducales;
los cuellos de los cisnes
las místicas estrofas de los cánticos celestes
y en el sagrado empíreo la mano de las vírgenes.


Delicada fortaleza


No abandono ese tránsito asociativo cuando paso de Rubén Darío a Rosa Galdeano Benito, farmacéutica y ama de casa de pócimas en verso, mientras veo volar a mi alrededor las tórtolas turcas, delicadas fortalezas dueñas del cielo. Aquí me viene la imagen de las begonias de recia hoja y delicada florescencia, y de María con su aura benéfica concentrada en frasco de perfume caro. Empiezo a pintar desde la memoria de algún momento fotográfico.

Infinitas bondades están ahí,
te esperan, serán para ti algún día.
Espíritu de fortaleza te otorgarán,
dulce ambrosía.
Calma tus temores, sujeta la esperanza
y brilla en la oscuridad.


Serenidad



He de serenar tanta agitación poética, platónica, recurriendo a libar moderadamente la manzanilla de Barón, que me huele a bodega de Sanlucar y dama de noche. Mi dulce sopor hace confiar al gazapo que se atreve a corretear cerca de la fuente de cinco caños, con la vista puesta en la zarza protectora. Acunan mi sueño los versos de Neruda y una madre dulce y rotunda de fuertes brazos.

Entonces con mi amor, con mi amada, oh diamantes
de escarcha azul, serenidad del cielo,
espejo, apareciste y se llenó la noche
con tus cuatro bodegas temblorosas de vino.


La fugitiva



Me sacudo la modorra de las siestas abriendo la ventana al mundo de la TV. En uno de esos despertares veo como evolucionan en la pantalla, emiten sus trinos al alimón, Lila Down y Natalia Lafourcade, haz y envés de la mujer mejicana, cantando un poema de Agustín Lara, poeta de la misma nacionalidad que tuvo a bien componer Granada. La tarde entonces me huele a rosa y me sabe a miel.

Un juramento que fue promesa fugitiva

Una mirada que fue mentira

Un panorama que fue como una pincelada

que dio a la tarde trasparencia organdí

jugo de rosas que Dios regó por tus caminos.


El desafío



Tanta miel puede alterarme los niveles de glucosa, así que viro a lo ácido, al color pajizo y olor a libro viejo del "Sitio de París", escrito por Francesc Sarcey. En ese torbellino de asociaciones locas en que me muevo, me aparecen las imágenes de dos hembras aguerridas sin trampa ni disimulo, las cármenes de clavel y faca. Ahí está Louise Michel, maestra y brava brigadista defendiendo la Comuna y llorando en sus poemas la sangre de clavel derramada por las compañeras caídas en las barricadas. No me da, de momento, colocar barricadas en mis obras, así que las sustituyo por las más livianas talanqueras, desde las que el búho mira con indiferencia, calma tensa esperando presa, el devenir humano y sus afanes.

Cuando el imperio concluía
y el pueblo despertaba,
fue tu sonrisa, clavel rojo,
anuncio de que todo renacía.

Dile que le amamos
y que en el veloz flujo del tiempo
todo pertenece al porvenir.
Dile que el vencedor de lívida frente
puede morir más que el vencido.


El jazmín y la libélula



Este tipo de imágenes hay que abandonarlas poco a poco, como el que toma cortisona para alguna afección alérgica, hasta que se recomponga el equilibrio. Vienen en mi auxilio los brotes del jazmín y el vuelo de las primeras libélulas, y ese equilibrio lo vuelvo a encarnar rotundo, pero envuelto en seda china, soportando su peso la silla de enea de las noches de acera al raso. En esa desconocida encarno a Nélida Moni, de la que sólo conozco sus antologías poéticas.

Jazmín de leche
flor blanca perfumada
un regocijo
estrellas en la tierra
en paz trasuntan almas




Maternidad



La vida eremita solo se altera con las visitas de mi hija y su pequeño, que nació en el pasado agosto. Ambos se han mostrado resistentes al virus, y la soledad que empieza a ser costumbre tiene sus sobresaltos. Cuando se van necesito retenerlos en el color de la tabla, en los poemas de Gabriela Mistral, que me sugieren fresias o palmiras floreciendo y abejarucos en sus nidos de barro de los pequeños promontorios del Camino de la Vega.

El peso de los nidos ¡fuerte! no te ha agobiado.

Nunca la dulce carga pensaste sacudir.

No ha agitado tu fronda sensible otro cuidado

Que el ser ancha y espesa para saber cubrir.

Pasta de nardos suaves, pasta de robles fuertes,

Le amansaron la carne rosa del corazón,

Y aunque es altiva y recia, si miras bien adviertes

Un temblor en sus hojas que es temblor de emoción

 


Calas del Tao



Se abre una ventana al encuentro con los amigos, que entre copa y chanza pueden observar las tablas desperdigadas por la nave. Hay quien encuentra parecidos y la del parecido encuentra su imagen procaz y descocada. No hay problema, influenciado por la filosofía del Tao del maestro Lao Tse, todo me parece contener el ying y el yang, cambio el pelo y la cara, alargo un poco la saya y dejo que el ruiseñor siga cantando en la rama seca. Pero me queda el regusto del reproche, la decepción que describe el poeta y rapsoda Manuel Benítez Carrasco.

Tú fuiste flor de verano,

sol de un beso, luz de un día;

yo te cuidaba en mi mano,

y en mi mano te acunaba,

y tú, por pagarme, herías

la mano que te cuidaba.


Luz de petunias




La bulla dura poco, la quietud se impone de nuevo, en la quietud vuelve la contemplación, la reflexión. En el baño de cinc sobre tronco de palmera, medianera de sombra de sendos algarrobos, comienzan a brotar las petunias que se abrirán coloridas en pocos días. Como espero se abran los días de la amiga que traslada sus vibraciones cabalgando en la red social . Nada diré que no deba ser dicho, pero ojalá florezca transformada en gineta salvaje de nuestros montes, deje de ser flor para el ojal que declama Francisco Espada en sus versos.


Así te imagino en tu ausencia,

como estación de privilegio

abundante y generosa,

luminosa y radiante,

manojo que imagino en mi ojal

cuando caminamos del brazo.


Amapola no seas loca




Las amapolas empiezan a despuntar en el heno que verdea al otro lado de la valla, debiera ser tiempo de son de tamboril, pero este año los caminos seguirán desiertos. Empieza a pesar el encierro, las ranas verdes que oigo croar al anochecer se mueven con mas libertad que yo, en el espacio que constituye su universo. Las ninfas de los trigales y Pablo Neruda vienen en mi auxilio.

Así, en cada palabra y verso tejido
la amapola se adentra en nuestras almas,
despertando emociones en lo escondido
y expandiendo susurros en lenguas calmas.


Colibrí de madreselva y buganvilla


Acudiendo a Neruda puedo condensar los pensamientos y las emociones, incluso los sueños, e integrarlos en una interpretación del momento. Así me llegan las ensoñaciones de otro tiempo, entre la yedra, la madreselva y la buganvilla de la que fue mi casa en Bellavista-Aljaraque. Hablando con mi madre, en sus cortas visitas, de la puntada precisa, el vuelo de su mano como un colibrí sobre el crespón o la seda, trenzando colores como quien extrae néctar, que daban forma al tapiz de rosas rojas. Mi madre se fue, pero su alma permanece en el aura que desprende el mantón de Manila, colorido, breve y ligero como el colibrí.

Oh mínimo relámpago viviente

cuando se sostiene en el aire

tu estructura de polen, pluma o brasa

te pregunto

¿Qué cosa eres?

¿De dónde vienes?


Recogimiento


De nuevo tras el ying de la efervescencia viene el yang del intimismo. Luis Rosales que me hace ver el pudor que inunda a la desnudez del cuerpo y sobre todo del alma. La belleza de la austeridad de las flores silvestres, el alimento escaso de artificios, el paso lento y despreocupado de la grulla antes de levantar el vuelo.

Del virginal regazo desprendida

de mirar levantado hacia la altura

como una fuente con el agua helada

donde el gozo encontró recogimiento

para calmar, en la extensión nevada,

su angustia al hombre y su abandono al viento.


Cuatro lunas


El tiempo de reclusión va terminando, pronto volveré a la normalidad, o la normalidad han terminado por ser estos meses. Pero me espera el Pc donde volcar las notas manuscritas, los apuntes en el móvil, para hacer crecer a los personajes que bullen en mi mente. Me iré de aquí acompañado de Antonia Gallardo y su búsqueda incesante, de Pepa, Juana María y Carmela, intentando hacerse un hueco en el mundo estrecho que las rodea, pero sobre todo de Cati, la tía Pepa, Ceci y María, de Ángel Medina buscando en el amor de cada una de ellas, la luna que dejo atrás en el horizonte inmenso de la marisma, cuando hubo de abandonarla de forma precipitada, empujado por la maledicencia, la insidia que se reparte con generosidad por la ciudad pequeña, infierno grande, que lo vio nacer.

Pero sobre todo me iré mirando esa luna que convocaba Gabriele D´Anunzzio, en sus sueños de la Italia en la que creía.

Oh, luna creciente, menguante

que brilla sobre las aguas desiertas

Oh, hoz de plata 

¿ Qué cosecha de sueños se balancea

en tu suave resplandor aquí abajo?




 




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