Domingo de Resurrección - Rutina

 




RUTINA

En esas nuevas rutinas él empezó a progresar profesionalmente, tuvo un ascenso en su empresa y me propuso dejar de trabajar en la fábrica. Pensé que con lo que ganaba él nos arreglaríamos y así podría dedicarme más al niño. El me prometió que buscaría más tiempo para estar con nosotros.

Aunque sabía que hacía esfuerzos para atendernos, estaba entregado a su trabajo y la actividad política. Continuaba siendo tierno y solícito en la cama y aunque la pasión no era la misma de los primeros años, seguía estando muy viva, no me quejaba de eso, pero tenía que hacer sola la mayor parte de las cosas cotidianas y no soportaba tener que sacrificar algunos fines de semanas, porque él estuviese en sus cosas. Él se justificaba con que así estaba todo el mundo, unos por una cosa otros por otra, pero eso no me tranquilizaba, no me sentía feliz.

Volví a quedar embarazada, deseábamos que fuera una niña y yo pensaba que este nuevo hijo nos iba a unir más. Vino la niña, morena de ojos oscuros y vivarachos. Él se notaba feliz y solía estar más tiempo en casa.

Pasó un tiempo en que, distraída atendiendo la casa y los dos niños yo no estaba para pensar en más, pero observaba que él volvía a las andadas, su trabajo y la actividad sindical volvían a estar en el primer plano.

Un nuevo susto, le cogió el golpe de Tejero mientras estaba en una reunión sindical. Cuando me enteré por la televisión lo que estaba pasando, me entró un ataque de pánico y me fui a refugiar con los dos niños a casa de una amiga.

Él preocupado estuvo llamando a casa por teléfono y se angustió cuando nadie le respondía. Ya de noche se volvió loco buscándome entre los vecinos, hasta que pudo localizarme. Visiblemente nervioso me llamó por el portero automático metiendo mucha prisa, a esa hora aún no se habían despejado las cosas y él no sabía que podía sucederles. Hasta ese momento no me di cuenta de lo que podía pasar, estaba muerta de miedo.

Él me contó cómo habían estado escondiendo los archivos del Sindicato y había tenido que disuadir a algunos compañeros de cometer barbaridades. Estaban bastante desorganizados y sin saber bien que hacer.

A la madrugada supimos que había fracasado el golpe y él, rendido de cansancio, se quedó dormido como si no hubiese pasado nada, mientras yo no paraba de llorar en toda la noche.

Poco después empecé a notarlo raro, yo sabía que en el sindicato trabajaba codo con codo con algunas compañeras, volvió el fantasma de los celos, no estaba tranquila. El primero de mayo fui con él a la fiesta que se hacía en una explanada cerca del mar, bebió y se mostró muy cariñoso con una de las compañeras de su Federación. Le llamé la atención y tuvimos una bronca delante de todo el mundo.

Cuando salíamos con amigos, solían ser de su entorno. Sus amigas y las mujeres de sus amigos eran muy desenvueltas y amables conmigo, pero me costaba trabajo participar en sus conversaciones, me sentía desplazada y fuera de lugar entre ellos.

Empezamos a discutir a cada momento, yo sentía que a él todo lo que yo hacía le parecía mal, él pensaba que yo no hacía ningún esfuerzo por acompañarle, entender su mundo. Empezó a instalarse entre nosotros la incomunicación, la soledad en compañía. No hacíamos el amor más que un par de veces por semana. Yo estaba segura que me engañaba.


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