Él por venir
Pinté esta alegoría hace ahora diez años, en el estudio que compartíamos un grupo de pintores amateurs, disfrutando de la experiencia de aprender unos de otros.
En esos días esperábamos la llegada del tercero de mis nietos, que se adelantó un poco a las expectativas y casi pude verle la cara poco después de plasmarla en el lienzo con mi imaginación. Pero en lo sustancial, en este ejercicio pictórico me dejé llevar por las emociones que me provocaba el esperado acontecimiento y las preocupaciones por el mundo que se iba a encontrar.
Terminaba el año 2014 con todavía la resaca de la crisis sistémica de 2008, reconducida por el nuevo Gobierno para descargarla sobre las espaldas de los más humildes. Bien es verdad que las alternativas keynesianas de inversión pública, asesoradas por Paul Krugman, del Gobierno anterior, tampoco habían surtido el efecto esperado, por eso la crisis se lo llevó por delante, como a tantos Gobiernos europeos de esos años.
Mi nieto iba a nacer en un momento que pintaban bastos para los de siempre, abría la cremallera de la vida cuando en las calles se amordazaba con leyes a quienes se resistían a soportar sobre sus hombros todo el peso del ajuste.
Llegó al mundo cuando el Rey Juan Carlos I se había visto obligado a abdicar, pillado en situaciones poco ejemplares y empezaba a perder, a toda velocidad, el crédito adquirido en su, todavía hoy, confusa participación para desbaratar el golpe de estado que se proponía llevarnos de nuevo a las catacumbas.
En esos meses nacía una nueva izquierda que cuestionaba la Transición y prometía tener en cuenta sólo la dualidad arriba/abajo.
En Catalunya, como en cada crisis importante del país en los últimos siglos, se proponían salir de ella huyendo hacia adelante, dando la espantada de la Nación que ayudaron a crear y en la que sus élites medran en los tiempos de bonanza.
En Europa, aún no se habían apagado los ecos de las atrocidades cometidas en los Balcanes y apuntaba una nueva tragedia en Ucrania. Los nacionalistas pro europeos, los extremistas de ultraderecha ucranianos se batían en la plaza de Maidan de Kiev, contra el Gobierno pro ruso salido de las urnas.
Yo hacía unos pocos años que me había desembarazado de mi última e insatisfactoria experiencia en la cosa pública, para la qué, después de mis razonables resultados de muchos años y distintos puestos en la empresa privada, parecía no estar muy dotado. Como me decía un buen amigo experto en caudales, fue mi Interventor de cabecera durante un tiempo en la Empresa, "donde no hay nada que ganar, la pérdida es segura" . Así fue, me dejé en el envite parte del prestigio y el patrimonio. Por eso el gusanillo de la preocupación social lo he estado canalizando en el emprendimiento de un proyecto ambicioso, que pretendía dar respuesta a una necesidad en apariencia perentoria y objetivamente necesaria.
Libre de las cargas de la política local, he volcado mi desasosiego en las artes y la huerta, y las satisfacciones íntimas son incomparables. Cuando se crea en libertad, se vive la vocación, sin más límites que el libre albedrío y sin esperar reconocimiento, entras en el terreno de las autorrecompensas, que puedes modular para no derrochar la autoestima ni engordar el ego.
Han pasado diez años, "él" por venir, se ha convertido en un espigado muchacho que juega baloncesto con cierto éxito, y empieza a estar en la edad donde los abuelos dejan de ser una de las estrellas de la constelación más apreciada, para adquirir rasgos de invisibilidad.
Entre tanto, lo que era el porvenir empieza a ser historia reciente, que en estos tiempos donde las enfermedades de deterioro cognitivo se generalizan e incrementan, el rasgo de una de ellas, el olvido de los recuerdos recientes, afectan a toda la sociedad, contaminada por los valores emergentes de una nueva cultura de lo inmediato, el fin de la Historia que anunciaba Fukuyama, pero en un sentido absolutamente antagónico a su propuesta.
En estos diez años, los efectos de la crisis sistémica del capitalismo, que habían motivado la reflexión y el replanteamiento del modelo por conservadores, liberales y socialdemócratas, para su reconducción, se han ido resolviendo con fórmulas distintas, austericidio ortodoxo hasta la pandemia de COVID, mirada compasiva hacía los de abajo desde entonces. Pero eso está cambiando de nuevo, nadie le puso coto a los desmanes del capitalismo financiero, más bien parece que vamos a nuevas fórmulas de feudalismo tecnológico, de selección natural de los más fuertes o hábiles.
El COVID puso en guardia a los pueblos y a las élites, que comprobaron la vulnerabilidad de los humanos ante la ausencia de estados fuertes, bien organizados, con potentes estructuras de servicios públicos. Todo el mundo volvió la mirada hacia lo público, pero todo indica que fue solo un fogonazo de sentido común impulsado por el miedo.
El nuevo Rey parece haber aprendido de lo que no debe hacerse y anda con pies de plomo para que una nueva metedura de pata, y de mano, no dé al traste con la Monarquía española. Su reciente actuación en la tragedia de la DANA, en Valencia, ha consolidado su figura, que empezaba a identificarse solo con una parte del plural espectro ideológico de España. Tuvo el acierto de hacer lo correcto en el momento oportuno, en las condiciones oportunas, cuando los demás, por razones de diversa índole, no supieron o no pudieron estar a la altura que se les requería.
La reciente DANA, al igual que el COVID en su momento, han puesto en evidencia las costuras del Estado y de la clase política. La enorme contradicción entre quienes quieren menos Estado y en las dificultades piden que sea omnipresente. Las disfunciones del modelo federal imperfecto han lastrado la capacidad y celeridad de las respuestas, el rifirrafe político hace imposible el análisis sereno de los hechos para que el aprendizaje colectivo ayude a enfrentar nuevas situaciones críticas, porque todo indica que van a reproducirse inevitablemente.
Las respuestas de los humanos a las veleidades de la Naturaleza son siempre de desconcierto e incomprensión, buscamos en quienes nos lideran la habilidad del brujo o el chaman para evitarlas o prevenirlas. Cuando no es así, condenamos a quien haya que condenar por no reunir los superpoderes que les asignamos. Si encima éstos carecen de la humildad para reconocer su vulnerabilidad, la capacidad innegable que tenemos para el error, la probabilidad de estar a rolex cuando debiera estarse a setas, nos volvemos contra ellos llenos de ira. A eso ha de sumársele la descarada agitación en favor de la anti política de activistas de distintos signos, y cadenas de Tv generalistas con sus conductores/as matinales que tenían decidido hacer notar la ausencia del Estado y poco importa que la extensión del drama, la destrucción, fuese tan intensa, que ni todo el Ejército Español hubiese sido capaz de resolver con eficacia las situaciones dramáticas de los primeros días del desastre.
En estos diez años, Ucrania ha venido a sumarse a la herida purulenta de Oriente Medio, en su cuota de destrucción y muerte a la hora del telediario y no sabemos como salir de ambos laberintos.
La temida subida de las temperaturas medías en el 1,5 º para todo el mundo han sido alcanzadas sin novedad, estamos en un punto de no retorno, que las nuevas corrientes ideológicas del fascismo de boutique se aprestan a ignorar .Porque esa es otra, es muy corta una vida humana para que puedan apreciarse los cambios permanentes en el clima, pero algo ha de estar pasando de manera acelerada cuando uno los aprecia nítidamente, en los inviernos sin carámbanos, las primaveras veraniegas, los veranos de calima y los veroños, que tiene confundidos a los hombres y las plantas. Ejemplos, tengo un naranjo nável cuyas naranjas maduraron el año pasado sin perder el tono verde de su cáscara, dos perales, nashi y de San Juan , que florecieron en otoño y cuajaron frutas en invierno, la granadas se abrieron todas y cayeron secas al suelo, los rosales florecen en esto días de enero cual si fuera el florido mayo de nuestros cantes.
Buscando respuestas volvemos la mirada a los nuevos superhombres que se ofrecen a resolver problemas complejos con soluciones simples. En esa mercancía averiada medra el nuevo fascismo, que se ha cambiado de ropaje para parecer más digerible.
En estos diez años, en la metrópoli del imperio, el gendarme universal del final de siglo pasado, principios de éste, han alternado policía bueno, policía malo, sin que se note demasiado en los efectos concretos. Bien es verdad que el policía malo ha enseñado descaradamente la patita de ese nuevo fascismo que ha pasado de pardo a naranja, revolviéndose contra la derrota electoral y animando a sus huestes contra uno de los templos de la democracia. Pues nada, igual que pasó con otros caudillos en los tiempos tristes anteriores, todo se le ha perdonado y en breve empujará al mundo por caminos ya recorridos y que creíamos no iban a volver. Puede que algunos no lleguemos ya a ver el siguiente ciclo de los pueblos resurgiendo por las alamedas del Hombre Libre. Puede que nuestros descendientes más próximos hayan de enfrentarse al horror y la destrucción que hasta ahora veían distinto y distante en los telediarios de las tres de la tarde y las nueve de la noche. O puede que el ciclo se acelere, se imponga el sentido común, todo sea un mal sueño y retornemos a la senda de mirarnos unos a otros como seres humanos, teniéndonos respeto y consideración, pero me temo que no se puede pecar de optimista, el fascismo, de cualquier corte y vestuario, cuando hace presa requiere de mucha energía en contra para que la suelte.
Ya en lo doméstico, en nuestro país se ha producido una situación inexplicable, o que se explica por la contumacia de una parte en no dejarnos vivir al resto, si no es con sus reglas. Las mayorías absolutas propician que los merodeadores del poder apliquen toda la capacidad corruptora del sistema, que la tiene, y el mangoneo de lo público se extienda como un cáncer. También de lo privado, pero eso se nota menos. Ese cáncer sacó a los conservadores del Gobierno, después de que el Sistema se ocupara de taponar cualquier alternativa, y como los merodeadores son muy jartibles pueden haber mordido el calcañal del Gobierno actual hasta hacerlo tambalearse.
Un socioliberal, de manual, se atrevió a cuestionar el derecho de propiedad sobre el país , que al parecer alienta a una buena parte de nuestra clase política, y sobre él han caído desde entonces anatemas y descalificaciones, chuzos de punta de todas formas y estructuras, para sacarlo del Gobierno y que en el futuro nadie tenga el atrevimiento de marcar otras reglas. Ahí anda haciendo frente a la ofensiva de un lawfare que ya fue ensayado con éxito en otras partes del globo, para dar golpes de timón sin disparar un tiro.
Pero en el camino, ha decidido que no iba a cumplir el papel del chico que saca la basura, que el Sistema asigna a los socialdemócratas, y ha puesto orden en cuestiones que sangraban tras la crisis de 2008, la insoportable precariedad en el empleo, la tendencia a que el crecimiento económico no tuviese su correspondencia en el empleo y las mejoras salariales, y las veleidades centrífugas de la burguesía catalana en cada crisis. Del mismo modo ha controlado la tendencia iniciada en Grecia, de que la nueva izquierda hacia ninguna parte sustituyera a la socialdemocracia devaluada. Todo en medio de pandemias, erupciones volcánicas, guerras en Europa y DANAS de intensidad desconocida.
Tiene enfrente lo que siempre ha tenido la izquierda cuando gobierna, lo dicho, el sentido de propiedad del Estado de quienes se les oponen. Hoy para disimular que su oposición es a la socialdemocracia, llaman sanchismo a lo que ayer era zapaterismo y antes felipismo. Nada nuevo bajo el sol, lo nuevo es la virulencia, la deshumanización de la persona que se aplica en este caso. Quizás lo haya propiciado la singularidad de las formas del Presidente, pero resulta digno de estudio el empecinamiento contra alguien que , como todos, no dejará de ser transitorio en la vida pública. Pero la cuestión de fondo es que, cumplido su papel de contención del comunismo, ya la socialdemocracia les resulta molesta, el siguiente escalón será el liberalismo y después cualquier corriente de opinión que apueste por la democracia liberal como forma de gobierno.
Quizás todo esto sea consecuencia de algo que está sucediendo en estos diez años que, como poco, produce desaliento y melancolía. Ha habido tiempos peores, sin duda, pero este tiene una peculiaridades que vienen a cumplir las peores predicciones de las distopías que elucubraron George Orwell y Aldous Huxley.
El neolinguismo, el uso de las palabras para construir realidades artificiosas e interesadas, alienantes, está al orden del día. Veo asombrado como unos y otros se apoderan de definiciones, calificaciones que siempre han tenido un sentido claro, para retorcerlas y convertirlas en armas arrojadizas. La exageración, la hipérbole, la verdad alternativa, se usan con profusión, pero ya no de los estados totalitarios como aventuraba Orwell, sino entidades políticas, corporaciones y los particulares en las redes sociales. Eso hace mucho más difícil la resistencia y el combate a quienes quieren evitar que se usen para cercenar la libertad apenas conquistada.
Vuelven a estar de moda las pulsiones totalitarias, las nuevas generaciones empiezan a dejarse seducir por las supuestas ideas libertarias, de rebeldía contra un establishment, que es el el que conocen, y la excepción democrática liberal mengua en cada proceso electoral, donde los hay. Pero lo peor, lo que apunta, es la distopía de Huxley, de manera que a la capacidad opresora de los Estados se suman y acumulan las que tienen las corporaciones, los monopolios que dominan las redes y el comercio, el feudalismo tecnológico crece y sus epígonos se alinean con las alternativas más reaccionarias, de nuevo el neolingüismo, en nombre de la libertad.
En fin, nada de lo que reflejaba en la alegoría del 2014 está fuera de contexto a principios de 2025, no obstante tengo la esperanza que antes de que me llegue el ocaso pueda ver como cambia el viento.
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