Intersecciones
Intersecciones
Hubo un tiempo en que la matemática moderna, que ya suena a antigua, nos sometió a los padres al tormento de intentar ayudar a los hijos en sus deberes de casa, sobre la aplicación de una matemática que se impuso al grito de ¡muera Euclides!. Educados en la memorística, el diagrama de Venn, las intersecciones entre conjuntos se nos hacia más cuesta arriba que el álgebra de Boole y/o las EDP que usábamos con profusión quienes cursamos estudios de Ciencias, y en particular Electrónica.
Tuvo la ventaja que el aprendizaje de esa variante de la matemática deductiva y lógica, matemática en estado puro, nos hizo desentumecer las neuronas para no quedar en mal lugar con quienes, a esas edades, nos consideraban un pozo de sabiduría, portadores de la infalibilidad papal.
El subproducto, una herramienta más para ahondar en la disciplina que a la postre todo lo envuelve aunque, para unos más que para otros parezca invisible, la Filosofía.
Viene esto a cuento del tránsito de año, la sensación inexplicable de euforia y/o desasosiego que nos produce el tránsito de año. El optimismo, mejor el voluntarismo desbordado que nos impulsa a imaginar proyectos taumatúrgicos, con los que resolver insatisfacciones y/o errores que vamos acumulando en 364 días, que se suman al almacén de despropósitos generados por los años anteriores.
Algo parecido sucede con el cambio de estaciones, los días imprecisos donde no acertamos en elegir atuendo, las percepciones encontradas de frío y calor en unos pocos minutos, que desconcierta el termostato de nuestro organismo de sangre caliente.
También puede suceder en cualquier aspecto de las relaciones personales, en el trabajo, con los amigos, la familia. Hay inexplicables estados de transición entre el afecto fervoroso y la enemistad o la indiferencia, que no siempre tienen un origen definido.
Abstrayéndome de la abstracción, todo esto lo encajo en las propiedades de la intersección entre dos conjuntos. De manera que ese nuevo conjunto entre dos espacios de tiempo semejantes, pero con valores emocionales distintos, da lugar a un nuevo conjunto que, adquiere `propiedades singulares manteniendo las de los conjuntos originales. Un verdadero lío, pero que nos hace digerir las transiciones, de cualquier naturaleza, de una manera razonable, asimilable, para nuestros yoes, físico y psíquico.
Lo tranquilo que nos deja una explicación matemática a lo que parecía no tenerla. Al menos a mí, de momento toda esta disertación me ha permitido aventurarme a escribir una forma del plural de yo, con la que siempre he tenido mis dudas.
Esta entrada en el blog la escribo, más que nada, para cumplir unos de esos objetivos taumatúrgicos, mantener abierto el canal, no cargar demasiado los artículos, volver a la abstracción de las inquietudes creativas tras el ramalazo de activista social de las últimas entradas.
Pero puede tener otra utilidad, si el lector aquejado de resaca navideña, de cualquier tipo, es capar de leerse la entrada de un tirón, puede dejar tranquilo el Espidifen 600 en la mesilla de noche, no lo necesita.
Comentarios
Publicar un comentario