Brumas de plomo - El reemplazo.
Hace unos meses escribía unos versos, plasmaba trazos en una acuarela, en los que trasladaba mi preocupación por como se acercaban de nuevo las brumas de plomo y el cieno de los tiempos tristes. Deseaba que todo no fuera mas que una mirada melancólica a los acontecimientos, pero lamentablemente unas noticias de estos días viene a confirmarme que llegan más deprisa de lo que creía, ya están aquí.
Pensaba que el horror nos había enseñado algo, que el inimaginable sufrimiento del mundo, de Europa en particular, en el siglo pasado, producidos por el enaltecimiento de la brutalidad y los sentimientos más primarios del Hombre, nos habrían vacunado para siempre de los cantos de sirenas de las ideologías totalitarias y perversas. Las guerras de los Balcanes me hicieron dudar, pero parecía que el daño estaba controlado, limitado geográficamente, ahora ya no, el huevo de la serpiente ha eclosionado y va a resultar difícil controlar su reproducción.
Es muy doloroso haber nacido con las cenizas del horror aún calientes y tener que ver como se enciende de nuevo la pira que podría llegar a consumirnos. Me llena de consternación que el legado que pueda dejar a mis hijos, a mis nietos, sea que tengan que vivir las causas, las consecuencias de las nuevas formas de barbarie.
La bondad y la maldad conviven en cada uno de nosotros, sólo los principios, la educación, la solidaridad como especie, la tolerancia a lo distinto, el respeto al otro, nos permite la convivencia en paz y el progreso común. Si se rompen los frenos al mal, se extenderá sin remedio y habrá que recitar de nuevo a Niemoller :" ahora vienen a por mí y ya no hay nadie quien me defienda".
Nunca nos habíamos desprendido totalmente de las ideologías tóxicas del siglo pasado, pero las democracias liberales tenían controlada su influencia y aislados sus daños. Sin embargo, en muy poco tiempo, en los últimos años, los cordones de seguridad han saltado por los aires , el crecimiento electoral de las ideologías ultras latentes está siendo exponencial y sus efectos empiezan a notarse.
Y, ¿Cuándo se jodió el Perú? venía a decir Vargas Llosa en uno de sus personajes estupefactos. Pues eso cada cual lo situará en un momento, pero jodido está ya. De momento vuelven los campos de concentración para los diferentes, asépticos y ordenados, como pretendían los nazis, pero campos de concentración para aislar el peligro real o imaginado de la contaminación con el distinto, para evitar que nos achique nuestro espacio vital.
Los miedos atávicos y primarios a lo inevitable, a lo incontrolable, nos hace reaccionar con dureza en la defensa de nuestro privilegios, o de nuestros derechos básicos, y consideramos aceptables políticas que hace nada repudiábamos.
En mi modesta opinión hay dos razones sustanciales para el resurgimiento de las ideologías totalitarias, para explicar la facilidad con que la están asimilando las nuevas generaciones. Una, el miedo al gran reemplazo que anunciaba Reinaud Camus, la otra el rechazo a los excesos del fundamentalismo woke, que se identifica con el pensamiento liberal y progresista.
Esto hace crecer la hasta hace muy poco minoritaria expresión política del integrismo iliberal, en tanto los conservadores liberales primero intentan integrarlos, aislarlos, y a la vista de que no pueden, las fuerzas que los sostienen, los intereses de poder que representan, les hacen pensar que no les iría nada mal una alianza que acabara de desmontar cualquier freno o limitación al modelo económico que defienden. Nada que no sucediera en el pasado que considerábamos ominoso. Mientras, en el otro lado, el marasmo de la indefinición ideológica, que si galgos, que si podencos, el estado líquido de políticas y principios, es incapaz de contrarrestar el efecto, sus proclamas han dejado de ser atractivas para los más jóvenes, que empiezan a asumir la posibilidad de apoyar modelos autoritarios iliberales. Algo que también se repite.
En poco tiempo, si no se remedia, se consolidaran estos modelos iliberales y la isla democrática de los Estados de Bienestar en Europa, de los estados sociales de derecho, desaparecerá, y como consecuencia la alternativa será un nuevo ciclo del noveccento, aunque no creo que me de lugar a ver lo que vendrá después, como espero no ver a las fieras antorchas quemando libros.
¿Hay razones objetivas para temer el gran reemplazo, rechazar los excesos del fundamentalismo woke.?
A mi juicio haberlas, haylas, como las meigas. En principio porque toda la historia de la humanidad está hecha de reemplazos, por procedimientos violentos o pacíficos las migraciones han construido nuestras geografías humanas. El mundo no permanecerá estático a estos efectos, las civilizaciones pasan y se transforman, es cuestión de tiempo, pero es inevitable. Pretender mantener la pureza de razas y valores, como si todo pudiese ser inmutable no sirve de nada, como nos ha ensañado la Historia. Otra cosa es que se piense que ese temido "reemplazo" sea total e inmediato, para pasado mañana, que sea súbito y sin transición, eso cree pánico y provoque la reacción.
El mestizaje que protagonizamos los europeos en todo el mundo, el éxito de nuestros modelos económicos y de bienestar en las últimas décadas, ha invertido el flujo migratorio, y nuestras sociedades se parecen cada vez más a la norteamericana, donde conviven determinados aspectos de integración con una mezcolanza de identidades.
Que eso sea bueno, que sea deseable, habrá opiniones, pero lo que parece es inevitable, así que mejor será que empleemos nuestras energías en contener los posibles daños del proceso y aprovechemos las ventajas y oportunidades de la transformación social y cultural que conlleva. De poco van a servir modelos ya ensayados que sólo trajeron dolor y desolación. Pues se ve que hay quien piensa que esta vez si les va a dar resultados.
Para ilustrarnos al respecto, hace unos años la Liga de Salvini, en Italia, utilizó una cartelería en su propaganda electoral o de agitación, en la que aparecía un nativo americano, un indio vamos, y el titulo venía a decir, " como ellos no supieron controlar la emigración, ahora viven en reservas", expresivo y cierto. Porque los europeos forzamos en todo el mundo el gran reemplazo que ahora tememos, impusimos nuestros modelos culturales, políticos, religiosos y económicos. Con aciertos y errores, los errores son los que ahora se vuelven contra nosotros, los aciertos, la creación de sociedades prósperas basadas en gran parte en la explotación de los recursos de los pueblos para los que ahora somos faro, también.
La cuestión de la inmigración tiene vertientes políticas y económicas, que no casan necesariamente entre sí. Los mismos que reniegan de la mezcla, la perdida de homogeneidad social que trae la inmigración, la utilización de recursos públicos, que consideran se detraen de atender a los nacionales, necesitan de la mano de obra, más o menos cualificada, para atender segmentos de la actividad económica abandonada o de menos interés para los trabajadores locales. La financiación de los propios Servicios Públicos requieren del aporte económico de trabajadores jóvenes que equilibre la balanza de ingresos-gastos.
Para resolver esta cuestión hay quienes tienen una receta mágica, la distinción entre inmigración legal e inmigración ilegal, que más apropiadamente debiera catalogarse de inmigración concertada o inmigración sobrevenida. Es en la sobrevenida donde se da el dramatismo, el voluntarismo de los que se embarcan en una aventura que puede costarles la vida, con un resultado incierto y sin un destino definido.
Para la inmigración concertada haría falta una gran disciplina en los cupos de los países de origen, credibilidad en sus instituciones y capacidad de sus gobiernos en garantizar las condiciones básicas para fijar las poblaciones en el propio país. Algo que difícilmente se da en ninguno de ellos. Así, se forman las largas caravanas de seres humanos, buscando el milagroso El Dorado de unas vidas mejores, se echan en manos de las mafias que trafican con seres humanos, cruzan desiertos, mares y peligrosas fronteras. ¿ Qué estado de necesidad tendrán estas personas para correr tanto riesgo?.
¿Cómo controlar, contener los flujos migratorios, para que obedezcan a necesidades reales de cada país?. Si tuviese la solución fácil, hubiese corrido a patentarla, pero no creo que la tenga nadie. Como en todos los problemas complejos hay que elegir siempre entre lo bueno y lo mejor, aplicar la técnica de prueba/error y llegar a la solución por aproximaciones sucesivas. Lo que, a mi juicio, está claro es que la solución no es bombardear los barcos, volver a las alambradas en el espacio común, ni dejar de tratar a los inmigrantes como seres humanos que vienen del sufrimiento, para convertirlos en delincuentes que perseguir con los cuerpos policiales. Creo que sería mucho mejor invertir esos recursos en los países de origen para facilitar la fijación de sus poblaciones, luchar y perseguir conjuntamente a las mafias que trafican seres humanos, acompañar a los que llegan para facilitarles la integración o el retorno, primar los retornos para los que no encuentren encaje en nuestro modelo social, cultural y económico , y aceptar la heterogeneidad de nuestras sociedades, propiciar, consolidar los valores comunes, sin pretender una homogeneización imposible.
Si compleja es una de las causas que, a mi juicio, propician el retorno de ideologías incompatibles con las democracias liberales, más compleja aún es la otra. El rechazo, el pendulazo, que provoca el fundamentalismo de la cultura que ha venido en llamarse woke. De momento ya existe un uso inadecuado del término, extendiéndolo a un magma de conceptos relacionados con los que ha venido en llamarse "lo políticamente correcto". En realidad es un término nacido en la comunidad negra de los EE.UU. y sus luchas contra las injusticias raciales. Este término entronca con otra realidad más europea y en una mescolanza de situaciones a ambos lados del Atlántico se asocia a otro concepto " la cultura de la cancelación" por el que todo aquel que se mueva fuera de "lo políticamente correcto" se expulsa del sistema y se convierte en un paria, un indigente moral. No deja de ser una simplificación, una manipulación de la realidad, al igual que con la inmigración.
A mi juicio, el rechazo a lo woke y eso es un cajón de sastre, no ya a su expresión más fundamentalista, tiene un origen más cercano. La evolución de la sólida ideología socialdemócrata que ha impregnado las sociedades del bienestar europeas, a una mescolanza líquida de defensa de las identidades como motor de transformación. En un mundo bipolar la socialdemocracia se convirtió en el mal menor y eso propició un pacto entre capital y trabajo que mitigó la lucha de clases y dio paso a la colaboración. Unos aceptaron el mercado como modelo económico, dejaron de cuestionar el derecho a la propiedad y los otros aceptaron la redistribución de la riqueza creada por el pacto social. El debilitamiento primero, el hundimiento después, de la URSS y todo su entramado político en el mundo, hicieron pensar a uno de los actores que el pacto social ya no era necesario y quisieron recuperar el espacio cedido. La socialdemocracia no supo reaccionar a tiempo, prepararse para la caída del muro y se vio arrastrada por él. La clase, las reformas económicas, la compatibilidad del Mercado con el hálito del Estado desde la cuna a la tumba, había perdido su interés, y la socialdemocracia anduvo buscando segundas, terceras vías, hasta recalar en nuevas alianzas que ya no tuvo a la clase como eje, sino a las identidades. El feminismo, las opciones sexuales, la condición racial, el empoderamiento de los colectivos marginados, incluso algunos nacionalismos pequeñoburgueses, vinieron a generar una migración del corporatismo al identitarismo, perdón por los palabros, como referencias de la izquierda, del progresismo en su conjunto.
De aquí la apuesta ideológica, el vector de cambio, no va tanto de las reformas económicas, de las políticas de redistribución, de las garantías de seguridad que facilitan la libertad, sino de potenciar el ejercicio de esa libertad por los colectivos marginados, que no se tuvieron en cuenta en la lucha de clases. La izquierda, los progresistas se convierten en vehículo de expresión de las necesidades de estos colectivos, las prioridades legislativas se enfocan en darles satisfacción a sus demandas, y los liderazgos vanguardistas de estos colectivos imponen algunas tesis adelantadas al ritmo de evolución de las costumbres, de las percepciones en las escalas de valores. Son cambios revolucionarios impulsados por quienes, para muchos, pueden considerarse nuevas élites alejadas de sus intereses. Las fricciones de todos los procesos en los que algo está naciendo, y algo no acaba de morir, crean incertidumbres, rechazos, que son aprovechadas por los vendedores del retorno a lo auténtico, a las soluciones fáciles para problemas complejos. Las vanguardias no quieren desaprovechar las oportunidades que les da haber alcanzado el gobierno, que no el poder, y en lugar de atemperar, acomodar el paso, lo aceleran, el ruido se hace más grande, se abren nuevas trincheras que nos retrotraen a posiciones que ya habíamos superado.
En esas estamos, en un marasmo de confusión entre buenos y malos, los nuestros y los otros, un pim pam pum, por arriba que tiene a los de abajo perplejos y confundidos, y ahí, prietas las filas nuestras escuadran van. Conquistando posiciones, vistiendo nuevos ropajes de camuflaje, hasta que copen el poder y aparezcan los tonos negros y pardos de su verdadero atuendo. Ya se está viendo, el inmigrante, el otro, vuelve a ser considerado un delincuente, un subhumano por su origen y condición, el homosexual un maricón. Ni uno ni otro tiene cabida en el nuevo orden que empieza a pergeñase. Si alguien tiene dudas, le parece exagerada la apreciación, no tiene nada más que acercarse a las noticias, Italia subcontrata los campos de concentración y a más de media Europa le parece bien, a un Ministro se le abuchea llamándole maricón, ¡En una Universidad! y a la mitad de la clase política le parece bien, abierta o subrepticiamente, pues se lo merece, por ser socialista. En nada que nos descuidemos, ambas cosas volverán a ser ilegales.
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