Domingo de Resurrección- Ruptura

 



RUPTURA

Una noche recibió una llamada, era de una mujer que yo no conocía, estuvieron un buen rato hablando. Mientras hablaban a él se le iluminaba la cara y para mí se confirmaron mis sospechas.

No pude controlarme y empecé a lanzarle reproches, tuvimos una nueva bronca delante de los niños, que se pusieron a llorar asustados, no estaban acostumbrados a las discusiones, así que le dije que si quería a otra lo mejor es se fuese de casa y nos dejase en paz. Él muy enfadado juraba y perjuraba que no estaba con nadie, pero que ya no podía aguantar más, que no quería vivir de esa manera y se iba.

Cogió alguna de sus cosas en una maleta, se despidió con un beso de los niños, que lo miraban angustiados, y se marchó dando un portazo.

Me quedé rota, no esperaba esa reacción, mi salida de tono era por los celos, pero no quería de verdad que se fuese, no pensé que fuese a hacerlo tan repentinamente.  Hundida, no me levanté de la cama en un par de días. Gracias a la vecina que llevó los niños al colegio y nos trajo la comida. Todo el mundo decía que en cuanto a él se le pasase el enfado seguro que volvería.

Pero no volvió. Al cabo de unos días me llamó para decir que quería ver a los niños y acordar como resolver la separación. Le pedí que volviera, pero él decía que no estaba dispuesto a vivir entre broncas y permanente sospecha. Yo no sabía cómo iba a vivir sin él.

Iniciamos los trámites de la separación, no quise ni verle a pesar de que él decía que era bueno que nos lleváramos bien por los niños. La verdad es que se mostró generoso en la pensión compensatoria y en el dinero para los niños. Pero yo no quería tener que recibir nada de él. Lo quería lo más lejos posible de mi vida.

Venía a ver a los niños los fines de semana, y los recogía en el portal, yo no le dirigía la palabra.

Me enteré que poco después salió con una compañera de su trabajo. Los niños sufrieron mucho al principio, pero se adaptaron pronto, veían al padre casi más que cuando vivíamos juntos. Para mi que él lo hacía porque se sentía culpable.

Mi familia quería que volviese al pueblo, pensaban que estaba muy sola, pero algo me retenía aquí, me había acostumbrado a la gran ciudad. Yo pensaba que no era por él, por él ya no sentía más que rabia y dolor.

Me reincorporé de nuevo a la fábrica y me matriculé en la escuela nocturna para intentar mejorar mi posición laboral y ganar en autonomía económica. Los niños se los quedaba por las tardes una vecina, hasta que el mayor se lo dijo a su padre.

Entonces él empezó a recogerlos del colegio y se quedaba con ellos los días que yo tenía clase. Desde que empecé a trabajar ya no quería que él me pasara la pensión compensatoria, pero el abogado me aconsejó que ya se ocuparía él de reclamar cuando se enterase, nunca lo hizo.

Transcurrido un tiempo un compañero de la fábrica se mostró interesado por mí y me pidió salir uno de los fines de semana que no tuviese a los niños. Lo pensé, porque no me disgustaba físicamente y echaba de menos el afecto y la compañía de un hombre, pero al principio le iba dando excusas para no aceptar.

Siguió insistiendo hasta que dije ¿porqué no? y me rendí. Quedamos un sábado por la noche. Fuimos a cenar y tomar unas copas por los bares que están al lado del mar. Después estuvimos en una de las discotecas del barrio viejo, parecía que hacía siglos que no pisaba una. Al principio estuve muy incómoda pero después, animada por la cena y algún cubata, dejé que se acercará y me sentí excitada. Me acompañó a casa y al despedirnos nos dimos un beso. No lo disfruté porque estaba en tensión.

Estuvimos saliendo varios fines de semana hasta que una noche me atreví a pedirle que se quedara en casa. Me acarició de una forma distinta a como lo hacía él, yo muy nerviosa sentía pudor y nos desnudamos a oscuras. Debía de estar muy excitado, o necesitado, quizá más aún que yo, porque empezó a tocar la guitarra antes de afinarla. Me sentía llena pero no conseguía dejarme llevar.

A mi pareja de esa y otras noches le llegaba siempre cuando yo aún estaba lejos y muy cortés me pedía disculpas. Yo lo tranquilizaba diciéndole que no estaba preparada para este paso, no conseguía relajarme.  Hasta que me dije que ya estaba bien de pasar ganas, y una noche me armé de valor decidida a llevar la iniciativa. Encendí la luz y lo acaricié muy excitada, lo cabalgué con fuerza hasta que conseguimos llegar a la vez. Ni yo mismo me creía que iba a ser capaz de esa audacia.

Me instalé en la nueva rutina de la separada con novio. Me gustaba mi novio, era un gran apoyo, le tenía afecto y disfrutaba cada vez que hacíamos el amor, pero no podía evitar la sensación de vacío al comparar la diferencia entre lo que sentía ahora con la pasión que había sentido por él. Aun así, era razonablemente feliz, mis hijos aceptaban con naturalidad la situación y se estaban criando sin traumas.

 



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