Las sendas de Al- Andalus. De pájaros y piedras


Entre la adolescencia y la juventud, aprendí que era la Marisma trabajando el riego del pasto sudan , el sorgo , el algodón y la remolacha, alimentando a los toros bravos y sacando las colmenas del Coto. Primero acompañando al abuelo a retirar los panales, embutido en un traje de loneta, al que siempre había una abeja que conseguía traspasar, y mas tarde pedaleando por las mañanas en una destartalada bicicleta Orbea buscando al sol en las peonadas tempranas, para al mediodía retornar a casa medio deshidratado, dándole gracias a Dios por la sombra de cada pino que encontraba en las sendas y satisfecho del magro jornal ganado.

Veía vuelos, oía trinos y cantos, pero ni miraba ni escuchaba, ausente e inconsciente de las maravillas que me ofrecía la naturaleza a mi alrededor, abotargado por el cansancio y la necesidad. De una cosa a otra, nunca hubo tiempo después para la contemplación paciente, el disfrute del detalle. En fechas más cercanas me sucedió algo parecido con las provincias andaluzas, que por razones de oficio hube de recorrer. Seguía viendo apresurado, cumpliendo un programa de trabajo, sin mirar a mi alrededor la belleza en piedra, el patrimonio arquitectónico que había tenido la fortuna de heredar de mis antecesores en esta tierra.

En el tiempo de amocafre, pluma y pinceles que me sobrevino, decidí no reflejar nada que no hubiese visto antes, y acompañado de un amigo enamorado de la quietud de la Marisma, en los atardeceres rojizos y los amaneceres dorados correteamos entre los armajos, cazando aves con potentes telescopios, como quien busca estrellas.

Así me encontré que a dos pasos de mi casa estaban los Mares del Sur, que diría Vázquez Montalbán, un universo de especies que a pesar de mis numerosas incursiones anteriores, de mi creencia de que sabía de la vida que bullía en mi entorno, a algunas o no las conocía o no había sabido apreciarlas antes.

Me apoyo en las publicaciones de SEO/Birdlife para contaros cuales eran, pues todas están amenazadas de una forma u otra por nuestra ignorancia.

DE PAJAROS




Busardo ratonero - (Buteo buteo)

Al busardo ratonero le seguí el rastro en el vuelo.

Probablemente, la clave del éxito de una de las rapaces más abundantes de Europa sea la absoluta falta de especialización en cualquiera de las facetas de su biología. En efecto, el busardo ratonero es un ave acomodaticia, que puede reproducirse satisfactoriamente en infinidad de hábitats y de climas, que preda sobre un espectro amplísimo de la fauna local y que manifiesta una notable tolerancia hacia el hombre y las modificaciones que este impone en el medio.



 Halcón abejero(Pernis apivorus)

No se arredra el abejero cuando encuentra un avispero.



Los halcones abejeros son tan grandes como los halcones, pero tienen alas y colas más largas. Durante el vuelo sus cabezas estrechas se estiran hacia adelante notablemente, en forma similar a las cabezas de los cucos, y sus alas cuelgan levemente hacia abajo de sus cuerpos sin que sea visible la articulación del codo (comparar con el halcón). Presentan una variada gama de coloraciones. Algunas aves son de color marrón oscuro, al igual que los halcones, pero otras pueden ser tan claras como las águilas pescadoras. La coloración que presentan debajo de sus alas también varía, pero los bordes traseros de sus alas en general son oscuros, y las plumas secundarias tienen rayas oscuras formadas por dos o tres manchas en cada pluma. Entre sus características distintivas se incluyen su forma y aspecto general y, si se ve muy de cerca, se pueden observar manchas típicas en su cola que consisten en una banda ancha y oscura en la punta de la cola, y dos bandas oscuras más estrechas en la parte superior de la cola. Los halcones abejeros tienen patas amarillas y picos negros, con cera de color marrón oscuro arriba y amarillo abajo. Las plumas cercanas a la boca son escamosas (una adaptación para evitar los aguijones). En las aves adultas el iris es de color amarillo, y en las jóvenes es grisáceo.
Durante la época de anidación los halcones abejeros son tímidos, y resulta difícil encontrar sus nidos.






Doñana alberga cuatro parejas de halcón peregrino, una especie amenazada

Al volar hace camino la estela del pregrino.
Las Torres de Almenara del Parque Nacional de Doñana albergan cuatro parejas reproductoras de halcón peregrino, una especie amenazada y cuya población no supera las 700 parejas en toda España.





Morito común (Plegadis falcinellus)


 Era el espectro de un mito la silueta del morito.

Es el único ibis que aparece de forma natural en Europa. Su talla, su pico curvo y sus tonos oscuros lo hacen inconfundible. Ha recolonizado recientemente nuestro país, y en los últimos años se ha consolidado la reproducción de casi un millar de parejas en un único enclave de las marismas del Guadalquivir. Esta concentración le hace muy sensible a cualquier factor de amenaza.



Correlimos zarapitín(Calidris ferruginea)


Se afana el zarapitín en vuelos rápidos sin fin.

El curioso nombre de este correlimos hace referencia a su largo y ligeramente curvado pico, que se asemeja lejanamente al de sus parientes, los zarapitos. Especie muy viajera y capaz de enfrentarse a largas travesías, esta limícola es un ave de paso en nuestro territorio, en el que también acogemos un pequeño contingente de invernantes, cuya cuantía resulta bastante fluctuante.


Esmerejón (Falco columbarius)


Esperando la ocasión, vigila el esmerejón.

Durante el invierno, las regiones más llanas y desarboladas de nuestro país reciben a un diminuto halcón que se alimenta de la enorme despensa que suponen los millones de aláudidos, fringílidos, bisbitas y otras aves pequeñas y medianas que menudean por baldíos, páramos y rastrojeras. Se trata del veloz esmerejón, el falcónido más pequeño de la fauna europea, un ave que se instala siempre —tanto en invierno como durante la reproducción— en áreas abiertas.



Avetoro común (Botaurus stellaris)


Con un trino que es mugido, busca el avetoro nido.

Es nuestra garza más escasa, esquiva y discreta. Este carácter retraído, junto con su escaso número y su mimético plumaje pardo —que la camufla perfectamente en los carrizales donde nidifica—, la convierten en una de las aves más difíciles de observar de la fauna ibérica. Más fácil resulta localizarla por su canto, un característico “mugido” que la delata durante las noches primaverales. Los machos se aparean en general con varias hembras, sobre las que recae el peso del resto del proceso reproductor.




Vuelvepiedras común (Arenaria interpres)


Volteando el vuelvepiedras, todo lo que busca encuentra.

El vuelvepiedras es una limícola nidificante en las altas latitudes del Holártico que, en nuestro país, aparece durante los pasos migratorios y a lo largo de la invernada, sobre todo en determinadas localidades de las costas atlánticas y cantábricas, donde explota los pequeños invertebrados que pululan por las playas cubiertas de guijarros y algas, los espigones, los rompeolas y los corrales de piedra para la cría de moluscos.



Mito (Aegithalos caudatus)


Para ver nidos bonitos, busca los que hace el mito.

El mito es un diminuto e inquieto pajarillo insectívoro caracterizado por su larga cola. Se distribuye por casi toda España, y es relativamente frecuente, sobre todo en ambientes forestales y, en menor medida, parques urbanos de cierta extensión. Se agrupa en bandos no demasiado numerosos, pero muy ruidosos y confiados ante el observador.


Elanio común (Elanus caeruleus)


Que nadie se llame a engaño, que no es paloma el elanio.



Pequeña rapaz, de tonos pálidos y ojos de color rojo coral muy llamativos, que se ha extendido por la Península, sobre todo por el cuadrante suroccidental, en los últimos 50 años y continúa extendiéndose más allá de los Pirineos. Se reproduce principalmente en hábitats formados por cultivos de cereal con arbolado disperso, aunque medra en muchos otros medios, y los regadíos desempeñan un papel importante en algunas zonas durante el invierno. Es capaz de reproducirse prácticamente en cualquier época del año si abunda el alimento.



DE PIEDRAS

Aquí el descubrimiento, la sorpresa, no vino de la contemplación lejana, el avistamiento, sino del recreo sosegado de los caminos ya trillados, de la contemplación deleitosa de paisaje y paisanaje, el recorrido mirándolo todo excepto el reloj.

Así en Almería me detuve en los bares de tapas de Turre y las encaladas calles de Mojacar. 





Me sumergí gozoso en las playas de San José, en el Cabo de Gata.


Volví a Cádíz a trasegar manzanilla en las bodegas del  Sanlucar



Y mirar de nuevo la Catedral, sentado al anochecer en un bloque de hormigón de los que guarnecen La Caleta del embate del Atlántico.



Disfruté de la huella de las tres culturas en la Plaza del Potro de Córdoba.


Me sentí nazarí en una puerta de la Alhambra.


O mirando la Vega como Alhamar desde el Partal.


En la que se dice menos andaluza de las ocho, en Jaén, descubrí la esencia del Al-Andalus en los baños, el haman.


Fui peregrino en otoño hacia la Madre.


Sentí aproximarse el vértigo al asomarme al Tajo en Ronda.


Y en Sevilla, vi la sombra de Machado por los patios de la Casa de Pilatos.




Terminé por comprender que la meta está en el viaje, hacer camino al andar que diría el maestro, el hombre bueno ligero de equipaje.









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