Dias de Mayo


En esta nueva etapa tuve tiempo para revivir los días de Mayo de mi infancia, el paréntesis festivo e íntimo que cada año marca en el pueblo el son del tamboril. Volví a contemplar las tardes de la rifa del pañuelo, aunque ya no bailen sevillanas las muchachas a su paso. Fueron muchos años de ausencias, y las niñas que aprendían a ser mujeres bajo el gobierno de sus madres , disfrutando despreocupadas de esas licencias festivas en los atardeceres de Mayo, ahora llenan las aulas de institutos y universidades ocupando, lentamente, el espacio al que tienen derecho en nuestro apresurado mundo. Pero la falta del colorido del baile de las niñas no le resta emoción a la ruta del pañuelo, animada por la gaita y el tamboril desgranando sevillanas. Recuperar esa vivencia  me sonaba a sinfonía de gloria.

El trasiego colorista de aquellas treinta y siete hermandades, ha dado paso en estos años a la turbamulta de las más de cien, y las contadas  de los pueblos del Aljarafe, el Salvador y Triana que recibíamos alborozados ese jueves de repique incesante de campanas, son ya setenta. Así que la cosa  del Paso de Hermandades, creció de uno a dos días, luego a tres, y ya está en martes, miércoles, jueves y viernes.
Aquel sencillo recibimiento de hermanos del camino es ahora una fiesta de "Interés Turístico Nacional", requiere del soporte y la organización de las Administraciones, que hacen sinergias de sus esfuerzos en torno al "Plan Romero".

El reencuentro íntimo con la Madre, la austeridad de los más, es ahora un inmenso escaparate social que mueve cifras económicas y humanas, impensables en aquellos años de mi niñez. Pero ahora que volvía a disfrutarlo con la inconsciencia festiva de esos días, no iba a estar pensando en fruslerías sobre lo auténtico.

Queda si acaso la añoranza de aquellos "caminos viejos" de la sencillez, ajenos al oropel y la fanfarria de hoy.





De las madrugadas de buñuelos en las noches de Palacio a la luz de la luna.







De la Raya "vencía", abierta y despejada a nuestro lento caminar, donde esperábamos pacientes que llegara hasta nosotros la Carreta del "Simpecao".


Ese Palacio otrora refugio del calor de la tarde en el sesteo, o del relente de la madrugada en la pernocta,  y ahora ausente de nuestro itinerario y cuajado de barreras al paso de los peregrinos.







Pero queda el recuerdo de las mañanas de cara lavada en la palangana de loza y aguardiente con rosas antes de cruzar el Ajolí.








Para terminar el camino de ida ante la puerta de la Ermita, custodiada por celosos guardianes en" traje corto" y "vestíos" de volantes, que impartían bendiciones con la Salve.




Y tras cumplir con ese rito de siglos, aposentar nuestros menguados pertrechos en la Casa de Hermandad, asomándonos a las aguas de la Madre, bullentes de vida en primavera.



Evoca mi memoria los recuerdos de esos años que son ahora, 


Ausencias

Me dicen que ya no añoras
Hacer el viernes el camino
Y andar a paso de bueyes
Por la sombra de los pinos

Que no te erizan el vello
De las campanas el sonido
Y el murmullo de las salves
Al simpecao divino

¿ Ya no te late en el pecho
De no regarlo con vino
Tu corazón rociero
Tu alma de peregrino?

¿Y ya no echas de menos
Cantar junto a los amigos
Las sevillanas del Pali
Las de Manuela y el grillo?

Los dos en el mismo juego
Así fue nuestro querer
Una ramita en el fuego
Que como vino se fue

Le conocí en el camino
Vente con mi “simpecao”
Cuando el frío del invierno
La del cordón “colorao”

Hoy la sombra tu ausencia
Me acompaña por la arena
Y entre la nube de polvo
Veo la huella de tu senda

Se me rompe la garganta
Si no la empiezas bajito
En el calor de la Raya
Y en el relente del Pinto

Porque siento ahora, hermano
Que se acaba nuestra historia
Y serán las romerías
Como vueltas de la noria

Hace años que no vienen
Ni tus hijos, ni mis hijos
Y abandonaron la senda
Unos cuantos de los fijos
   
Aunque cambiaron los tiempos
Y ya no somos los mismos
de aquello que disfrutamos
Podemos escribir un libro

Crónica de varios lustros
Que fuimos lo que quisimos
Un grupo de buena gente
Una muy curiosa tribu

Que siendo tan diferentes
 Cada cual por un motivo
A esa semana de Mayo
Sacábamos un gran partido

Grandeza en los corazones
 Y austeridad en los bolsillos
Que echando tan buenos ratos
Los más felices, más ricos
  
Así que el año que viene
Burlémonos del destino
aunque ya no se repitan
los momentos que vivimos

Porque por mucho que sean
Los Rocíos tan distintos
Que nos encuentre la aurora
Con el Ajolí  vencido

Y en la “madrugá” del lunes
Estemos en el mismo sitio
Pegando al Acebuchal
Debajo del manto mismo.




























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