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Mostrando entradas de abril, 2014

Almudes, fanegas y arrobas .

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A mi vuelta tras décadas de ausencia al mundo rural en el que nací, idealizado de alguna manera en la distancia relativa, pues nunca me fui del todo, como bien dice el fandango : Aunque me voy, no me voy aunque me voy, no me ausento porque me voy de palabra pero no de pensamiento aunque me voy, no me voy Como decía, a mi vuelta, en el vivir día a día es cuando percibes que ya nada es igual, que los cambios han alcanzado a todos los conceptos, los rasgos diferenciales han desaparecido en una homogeneización quizás necesaria, pero sin duda empobrecedora. En el tiempo en que el grano guardado en el "soberao" se media en almudes, y la tierra en fanegas, cuando había hazas en lugar de parcelas, mirábamos desde lo alto de la torre, en el campanario que servía de atalaya para otear en mayo el horizonte de carretas, que como bandadas de palomas blancas se intuían cruzando el Quema, o para vigilar el riesgo de  incendio de los sofocantes veranos de gazpacho y siesta.

El duende, los duendes.

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Es curioso como desaparecen las palabras del léxico común. Puede que en esta época de influencias cruzadas, de aldea global, lo hagan con mucha más rapidez que en el pasado de velocidad lenta, de evolución endógena, de aislamiento relativo. Cuando en la juventud hube de abandonar el refugio de la tierra que me vio nacer para explorar otras opciones de vida, cruzando España de occidente a oriente, tuve ocasión de constatar como hablábamos el mismo idioma teórico que el resto de nuestro compatriotas españoles, pero soportado en un léxico propio, más parecido al de los pueblos de América que comparten lengua con nosotros, que al que utilizan otros pueblos de España. Ahora veo como todo se homogeneiza, pierde variedad y riqueza, en la propia Andalucía, donde también el occidente impone sus peculiaridades culturales e incluso modos lingüísticos al oriente. Pero yo iba a las palabras que de pronto dejan de tener presencia, y en esas andan "los duendes", "el duende"

Miradas, rostros, retratos

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Busco la emoción de mirar el tiempo a través de los ojos de otros, para así intentar comprender la insoportable levedad de su paso. ¿Qué reflejos, qué vibraciones tendría el aire de Sevilla una tarde de los años veinte en el Parque Mª Luisa?. Esa tarde que mis abuelos decidieron inmortalizar , acompañados por Mamá, toda curiosidad infantil contenida en el gesto formal, posando para el retratista ante el Museo Arqueológico. Sostiene mi abuelo con mimo la pose de mi madre niña, mirando con severidad la cámara, mirada de patriarca de los hombres de aquel  tiempo, que no deja traslucir su más que probable satisfacción y orgullo, la ternura de pasear a su sexto retoño, primera hembra tras el quinteto de varones. Detrás y de pie, como columna que sostiene, mi abuela, toda serenidad, derecha como un junco, reposa una mano afirmando la seguridad del banco que alberga a las personas que ama, en tanto la otra descansa en el hombro de mi abuelo, transmitiéndole pudorosa toda la energía d

Sitios, rincones, calles, callejas, plazas y plazuelas.

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Andas toda la vida caminando por multitud de espacios, a veces muy distintos, heterogéneos  y exóticos,  y otras semejantes entre sí  y próximos. Todos estos lugares son imágenes, secuencias que se graban con más o menos nitidez en la memoria. Unos son decorados, escenarios de las vicisitudes que acontecen, en tanto que otros tienen esencia propia , personalidad definida que trascienden lo que allí sucede,  y que por la potencia de la imagen  que desprenden parecen dejar en segundo plano a los hechos. Son lugares que terminan siendo auténticos protagonistas de tu relato vital. En esa categoría están la Plaza del pueblo, las palmeras que dejé en la casi adolescencia, de cuyas ramas nos columpiábamos de niños y que ahora empiezan a rozar inaccesibles los tejados de la Iglesia. O la primigenia fábrica de luz del Palacio de los Orleans, testigo de nuestras correrías infantiles, audaces incursiones prohibidas a la búsqueda de degustar furtivos los dátiles en sazón y los exó

Las aguas, arroyos, lagunas, ríos y mares

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Las aguas fuente de vida, somos mas que nada agua. El agua mágica, que guarda en la memoria de cada molécula el relato de su viaje. El agua del arroyo que cruza Gatos, de la laguna de la Dehesa, que caracolea bajo las sombras de los pinos y la encinas. El agua que surca el aíre en las alas del águila real, corretea el monte en las patas del lince y  aletea  en el vuelo bajo de la paloma. El agua, cuyo reflejo a la luz de la luna ilumina el maleficio de la mariposa que cantara Lorca. El agua del río sagrado, donde emergen sin mácula de pudor las ninfas sacerdotisas de las Diosa tartésica ,  cuyo eco resuena en el peregrinar de nuestros días. El agua del tres veces río,  Guadalquivir que navegase el samurai aventurero hasta las ribera de la Coria de albures en adobo y torteritos. Las aguas saladas del Estrecho, testigo de la brega, la lucha de los atunes y el hombre en  la almadraba. Del trasmallo recogido con primor en las anchas orillas del