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Tin Tin Catalina, Tin Tin Concepción

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La Navidad, la mezcla de la puesta en valor  de los recuerdos idealizados de nuestra niñez  y el marketing agresivo envuelto en seda roja que nos presiona por doquier, nos motiva a repetir cada año y en las mismas fechas ritos y ceremonias de paz con nosotros mismos y los demás. Hay quien le parece poco e hipócrita que nos llenemos de buenas intenciones con el prójimo, de ternura, solo cuando se avecina la conmemoración del nacimiento del Hijo de Dios de los cristianos. Yo digo que menos mal que hay Navidad, que si no tendríamos que inventarnos una tregua para descansar de tanto despropósito. Cierto que hay ceremonias que terminan siendo una rutina carente de sustancia, pero tienen en si misma la energía potencial de desencadenar los afectos, el amor entre los seres humanos, después dependerá de cada cual y sus demonios que esto suceda. Para mi la Navidad, las Pascuas, como las hemos venido denominando por aquí hasta la reciente homogeneización empobrecedora impulsada por los

De las brisas del Atlántico al olor de la leña.

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Puede que no sea privativo de quienes nacimos en este vértice donde se abrazan Mediterráneo y Atlántico, igual es común a toda la especie humana, pero hay que ver el influjo que ejercen en nosotros el mar y el fuego. Puedes llevarte horas y horas contemplando el mar, en silencio, y las sensaciones se acumulan llenas de energías positivas. Pues otro tanto sucede con el fuego de una chimenea, que genera placenteras sensaciones de equilibrio y de serenidad, que potencian como el vino la amistad y el deseo de compartir felicidad. El verano suave y el otoño tórrido de este año que se acaba, han dado paso a los primeros fríos invernales, los vientos traen el birují  que corta el cutis y abandonamos precipitadamente las terrazas al aire libre para refugiarnos en los salones con chimenea. En las calles de nuestros pueblos flota el inconfundible olor a la leña,  que activa el recuerdo al sabor de las castañas asadas, al tostón con sardinas dorado al amor del bor

Cuerpo y alma, luz y penumbra.

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He andado estos días empleando algunas tardes en aprender  a desviar los enlaces sinápticos de mis neuronas desde las zonas de sombras que nos trae el pasado o se avistan en el futuro, hacía la luz del presente vivo y real. Algo tan sencillo como el manejo consciente de la respiración, es capaz de situarte en un presente armonioso y equilibrado y habilitar las armas con que defenderte de los pensamientos tóxicos del pasado y las incertidumbres amenazadoras del futuro. Cierto es que me coge todo esto en un estadio vital alejado de las turbulencias diarias de otro tiempo, pero el resabio de los modos de vivir entre la ansiedad y la angustia de nuestro modelo económico y social actual, permanece en la praxis diaria. Cuesta desaprender, desprenderse de esos tics nocivos con que respondemos a los retos de la supervivencia, aplicando respuestas inadecuadas que vienen de la época en que eramos cazadores/recolectores y  que no se han modificado en lo sustancial. Tuve