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Mostrando entradas de julio, 2016

Caniculares

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En la época de mi infancia, allá por el pleistoceno, nuestras madres recurrían a "los caniculares", refuerzo veraniego del "hombre del saco", para contener nuestras ansías de libertad, las irrefrenables tentaciones de baños en las albercas o las playas fluviales en las horas de modorra y galvana de la siesta. A resguardo de la virulencia del astro rey, de cuando en cuando asomábamos las cabezas tras las densas y oscuras cortinas alpujarreñas de las puertas de entrada, apelotonados en los zanjuanes, y la flama reflejada por las paredes blancas nos hacía intuir la presencia de esos seres, quintaesencia de la maldad llena de misterio, que si salíamos al aire candente de las horas de siesta, podrían ocasionarnos el sinfín de daños que cada cual era capaz de crear en su imaginación. El pánico a lo desconocido nos mantenía revolcándonos impacientes sobre las mantas extendidas en los suelos de ladrillos de barro, que ratos antes habían sido refrescados a g