Toros y toreros
Los toros En esto de los toros, como en otras tantas cosas, hay una permanente dialéctica, un forcejeo continuo entre mis almas. La que disfruta con la mera contemplación de la fuerza de la naturaleza que es un toro, animal que siento parte del paisaje cotidiano, de las vivencias que definen mi universo y la que vibra con la estética del toreo, se emociona con una buena faena. Anduve de niño trasteando entre los añojos y erales de La Cigüeña, que llegaron a ser casi compañeros de juego de mis visitas a esta finca. Más tarde correteé con precaución pero sin miedo entre los imponentes "pabloromeros" del Partío Resina, que vivían y dejaban vivir triscando hierba verde a paso lento y firme, o descansaban echados en las escasas sombras de la marisma. El punto crítico de riesgo estaba cuando abrías la cancela y el chirrido metálico sacaba a los toros de su bucólica existencia. Esperabas unos instantes que se desvaneciera el posible momento de ofuscación, vig